domingo, 24 de mayo de 2015

Facebook... y otras empresas informativas


Tiene mucho sentido la alianza anunciada el pasado 6 de mayo entre Facebook y algunos de los principales medios de mundo -New York Times, Guardian, BBC, NBC, Bild, Der Spiegel...- para incluir sus informaciones directamente en la red social. Por cierto, conviene destacar que es el segundo acuerdo que se firma en pocas semanas entre uno de los Gafa -Google, Apple, Facebook y Amazon- y la industria tradicional de medios, tras la Digital News Initiative entre el buscador de buscadores y los principales periódicos europeos. Los que parecían enemigos acérrimos empiezan a entenderse y eso es bueno para todos.

                                                                                      Mashable
El acuerdo estima que el medio se quedará con el 100% de los ingresos publicitarios que genere la noticia si la ha gestionado él, mientras que éstos se repartirán entre Facebook (30%) y la empresa (70%) si cede el espacio para que lo gestione la red social. Pero tiene mucho más calado que un mero pacto comercial.

Los diarios que lo han firmado rompen su página web, disgregando las noticias. Es decir, el editor no sólo acepta que la home ya no sea la única puerta de entrada a su web, sino que lanza sus noticias al gran público sin exigirle que las lea en su página. La web, pues, empieza a no ser fundamental para captar la atención de los lectores y, por tanto, de los publicitarios. Y eso es clave para la evolución del negocio de las editoras. Los 25 grandes diarios norteamericanos en internet tienen ya más tráfico en sus webs a través de los dispositivos móviles -teléfonos y tabletas- que desde los ordenadores personales, según comScore. Y los estadounidenses pasan ya de media alrededor de una hora al día en las redes sociales en sus móviles -y más tiempo cuanto más jóvenes-, con Facebook a la cabeza entre todas ellas, según la consultora Coven & Co. En definitiva, los periódicos no hacen más que seguir a la audiencia. "Si no lo hacemos así seremos irrelevantes", decía Declan Moore, responsable de medios de National Geographic, una de las compañías que ha firmado con Facebook.

Es cierto que en este terreno Estados Unidos -es decir, la iniciativa de los lectores norteamericanos y la respuesta que les ofrecen las organizaciones- va por delante de Europa y de España, pero también es verdad que la globalización reduce las distancias tecnológicas. En nuestro país ya empezamos a vivir el declive del tráfico directo de las webs -y la home es ahora el soporte clave de la publicidad on line- y las empresas periodísticas deben buscar soluciones. El lanzamiento de aplicaciones para móviles será una de ellas, como lo pueden ser acuerdos similares al de Facebook.

Desde luego, los periodistas deberán habituarse a una nueva forma de trabajar que va más allá de lo que se llamó en su momento "integración de las redacciones". Pero, a la postre, el trabajo del informador será el mismo que ha sido siempre: sacar a la luz lo que el poder no quiere que se sepa y explicar a los ciudadanos lo que está ocurriendo en su entorno. Sólo cambia la forma de empaquetarlo y distribuirlo. En román paladino, lo que antes era un texto único al día con una ilustración, ahora se enriquece con actualizaciones, vídeos, audios, enlaces... Y la experiencia demuestra -no hay más que darse un paseo por las webs de los distintos medios- que la inmensa mayoría de los periodistas han sabido adaptarse con éxito al nuevo entorno.

Lo que se necesita es un nuevo modelo de negocio y para ello es fundamental que el back office de las empresas informativas acometa un cambio como el que se está produciendo en las redacciones. Hay que encontrar una nueva forma de vender la publicidad, de gestionar la información que se tiene de los lectores, de desarrollar la actividad comercial,... porque los contenidos ya no se venden sólo colocándolos en un quiosco para que el lector acuda a comprarlos.

(Publicado en El Mundo el 24 de mayo de 2015)
Twitter: @vicentelozano

domingo, 3 de mayo de 2015

¿Qué fue de los sindicatos?


Probablemente éste haya sido el Primero de Mayo sindical más triste de los últimos años porque los sindicatos han perdido buena parte de la influencia social que han tenido en España desde la reinstauración de la democracia. Hoy, bajo el lema "Así no salimos de la crisis", UGT y CCOO han convocado manifestaciones en 80 localidades españolas, pero sus voces se van a oír menos que nunca. ¿Qué ha ocurrido para que en el momento de más precariedad laboral, con el desempleo todavía desbocado, con un paro juvenil en el 50%, los sindicatos pinten menos que nunca en el panorama económico nacional?

Hay factores, digamos, endógenos, que se refieren a su propio funcionamiento. Los escándalos de UGT en los cursos de formación y en los ERE han terminado por minar su credibilidad y ha arrastrado a la otra gran central, CCOO .

Las informaciones destapadas por este periódico sobre el despilfarro ugetista de dinero público para los parados en Andalucía -cenas con gambas y rebujitos, o regalos de bolsos de marca pirateados, incluidos-, que han tenido ramificaciones en otras federaciones como la extremeña, la madrileña o la balear, han llevado la imagen sindical a mínimos históricos, que dirían los analistas. Tampoco ha ayudado la aparición de destacados dirigentes de los dos sindicatos en procesos penales un tanto vergonzosos como el caso de las tarjetas black de la antigua Caja Madrid. Y, en estos tiempos en los que se exige claridad en las cuentas públicas y en las organizaciones, las centrales tampoco han sido un adalid de la transparencia.

Pero también hay otras razones externas que explican esta caída de la influencia de los sindicatos. España es de los países de la OCDE con menos afiliación sindical, que nunca ha superado el 15,9% de los trabajadores. En 2014, por ejemplo, UGT y CCOO decían que contaban entre ambos con dos millones de afiliados. Sobre una población activa de 22,8 millones de personas, supone apenas un 8,7% del total. Es posible que el fuerte aumento del paro haya provocado una salida masiva de afiliados, pero en ningún caso el nivel de representación se corresponde con el inmenso poder que han tenido UGT y CCOO en la política española.

¿De dónde viene, pues, esa tremenda influencia? Básicamente, de un sistema de negociación colectiva en el que los sindicatos han llevado la voz cantante. El modelo en cascada, que otorgaba más peso al convenio nacional o general que a los acuerdos que alcanzaran los comités en cada empresa, dejaba en manos de las cúpulas sindicales -más alejadas como de la realidad concreta de cada compañía- decisiones clave para la vida empresarial como las subidas salariales, la remuneración de la productividad o la flexibilidad de la jornada laboral. A esto se añade la ultraactividad de los convenios, que es la aplicación automática de un convenio vencido o denunciado más allá de la vigencia prevista en los acuerdos, lo que podía prolongar sine die unas condiciones laborales pactadas dos o tres años antes pero a lo mejor ya no válidas cuando había que negociar uno nuevo.

La reforma laboral de 2012 decretada por el PP terminó con este modelo al primar los convenios de empresa sobre cualquier otro, con lo que se facilitó el denominado descuelgue; es decir, la posibilidad de no aplicar en una compañía las condiciones pactadas en el convenio colectivo sectorial o territorial aduciendo simplemente causas económicas. Además, la reforma de Báñez rebajó considerablemente la ultraactividad de los convenios, al reducir a un año la renovación automática de las condiciones pactadas. Probablemente estos dos cambios son mucho más determinantes para el mercado laboral que el abaratamiento del despido o los nuevos tipos de contratos. Y el objetivo de esas dos medidas ha sido restar poder a los sindicatos. Se entiende así que una de las medidas clave de las propuestas laborales de Pedro Sánchez es devolver a la negociación colectiva el poder que le ha quitado el PP.

A las consecuencias de la reforma laboral se unirá la pérdida del control sindical -y también empresarial- de los fondos de formación, que como se ha comprobado en los últimos años, ha nutrido de forma fraudulenta las cuentas de las centrales sindicales. Sin la negociación colectiva y sin fondos de la formación los sindicatos no son lo que fueron.

Twitter: @vicentelozano

(Publicado en El Mundo el 1 de mayo de 2015. La foto es de El Norte de Castilla)