jueves, 29 de octubre de 2015

No aprenden

Este periódico organizó el pasado 8 de octubre una jornada sobre la Universidad en la que participaron los cuatro principales partidos y todos estuvieron de acuerdo en la necesidad de un pacto nacional para sacar a España de la postración en el ámbito educativo, ya sea en la enseñanza superior como en la básica obligatoria. A las primeras de cambio, el PSOE vuelve a la carga con uno de los temas que más divide a las fuerzas políticas y que, desde luego, no es ni con mucho el principal problema de nuestro modelo educativo: sacar la religión de las escuelas y convertirla en una actividad extracurricular más, no sólo en la escuela pública, sino en la privada. En definitiva, si llegan al poder, los socialistas pretenden que maristas, jesuitas, salesianos y salesianas, agustinos, reparadoras, teresianas... no enseñen religión en sus aulas, sino que la tengan como una actividad similar al fútbol, al patinaje, a la guitarra o a la danza. Tal cual.

(Abro paréntesis. Soy partidario de que la enseñanza pública incluya la asignatura de religión -no de catequesis, que es para las parroquias- siempre que las familias así lo decidan. A día de hoy es la mejor forma de cumplir el artículo 27.3 de la Constitución. Cuando casi un 60% de los padres -practicantes, creyentes, agnósticos y ateos- piden cada año la asignatura de religión para sus hijos en Primaria parece que hay más consenso social en mantenerla dentro de los planes de enseñanza, junto a otra de valores cívicos, o como se llame, para quienes no deseen estudiar religión. Una característica de la libertad es la capacidad para elegir, y se es menos libre si se niega esa posibilidad, que es lo que propone el PSOE. Claro que quien confunda estado aconfesional con estado laico no pensará igual. Cierro paréntesis).

Pero no es esto lo que quería comentar. Lo preocupante es que cuando más se habla de la necesidad de una nueva forma de hacer política, de «la política con mayúsculas», que decía ayer Meritxell Batet en la Cope, los políticos, incluso los casi recién llegados como Pedro Sánchez y su equipo, continúen con los viejos vicios: el tradicional tirarse la educación a la cabeza, ese hacer hincapié en lo que separa mucho más que en lo que une. La religión es un ejemplo, pero -en otro nivel de importancia- podemos incluir la ocurrencia del PP de incluir en Formación Profesional una asignatura sobre Tauromaquia, con lecciones del tenor de «la aplicabilidad del axioma en la suerte fundamental de la verónica», dentro de los contenidos de «Lidia y Liturgia Taurina». Asignatura tan digna como otras, pero que parece ideada directamente para cabrear a buena parte de la izquierda política y al entorno nacionalista.

Es desalentador que cuando se acerca una legislatura en la que van a ser más necesarios que nunca los consensos para gobernar, los políticos vuelvan a empecinarse en lo que más separa a los partidos. Cuando la educación necesita más que nunca acuerdos duraderos para sentar las bases que nos permitan acercarnos aún más a los países de nuestro entorno, hay quien continúa aferrado a la vieja política

Eso ha conseguido una vez más el PSOE: colocar algo secundario en el foco de la reforma del sistema educativo. Un nuevo modelo de enseñanza tiene que resolver el fracaso escolar en las primeras etapas, incrementar la exigencia a los alumnos, fomentar la formación del profesorado y su autoridad, regular la autonomía de los centros educativos, adecuar la Formación profesional al mundo laboral... Pero de todo eso no se habla, como comprobamos estos días. Porque es lo difícil. ¿Ven? Empezaremos la próxima legislatura como estamos acabando ésta y todas las anteriores. No aprenden.

@vicentelozano

(Publicado en El Mundo el 22 de octubre de 2015)

domingo, 4 de octubre de 2015

Ni hay libros gratis ni el AVE cuesta 20 euros

Desde ayer, y por unas semanas, el recién inaugurado trayecto del AVE entre Madrid y León cuesta 20 euros. Desde hoy, los jóvenes de la Comunidad de Madrid -y los ya talluditos, porque la oferta llega hasta los 26 años- pueden usar cuantas veces quieran el transporte público también por 20 euros al mes. Y este curso escolar que acaba de empezar, familias de algunas comunidades autónomas -cada vez menos, es verdad- como Andalucía han conseguido gratis los libros de texto de los estudiantes de enseñanza obligatoria. Pues todo esto es falso. Ni el AVE ni el abono joven cuestan 20 euros, ni los libros de texto son gratuitos.

Porque el Consorcio de Transportes de Madrid recibe unos 900 millones de euros al año del presupuesto de la Comunidad de Madrid para hacer frente al déficit que le causan esas ayudas; porque ese tramo de alta velocidad ha costado 1.620 millones de euros y si no estuviera subvencionado por el Estado, esa inversión no estaría costeada hasta que, por ejemplo, cada uno de los 420.000 habitantes de Valladolid y León hubiera realizado el trayecto en 3.700 ocasiones. Eso, sin incluir los trenes y el mantenimiento de la infraestructura. Y si los libros de texto fueran gratis, sencillamente, ya no habría editoriales para elaborarlos. Nada es gratis, pues, como concluye uno de los principios básicos de la economía.

Las ayudas y subvenciones las pagamos todos los... iba a decir españoles, pero no, todos los contribuyentes españoles, que no es lo mismo. Me dirán que es lo lógico en cualquier Estado con una economía social de mercado, como el nuestro. Que precisamente para esto existen los impuestos, para repartir las cargas. Cada ciudadano contribuye según su capacidad y con ese dinero salimos ganando todos a través de los servicios que proporciona el Estado -infraestructuras, sanidad, educación,...-. En unas ocasiones ese reparto es beneficioso para los que menos tienen, cuando se exigen unos requisitos para acceder a las ayudas, como en el caso de los libros. En otras, ese beneficio es para todos, pero mayor para los ricos: el abono joven cuesta igual para un estudiante sin recursos que para el hijo del consejero delegado de una gran empresa.

Al final, esas subvenciones provienen de las opciones para financiar un servicio público: que lo pague quien lo usa y le sale muy caro, o que lo sufraguemos entre todos, de forma que sale mucho más barato al usuario directo -el billete del AVE es asumible para el leonés que viaja a Valladolid-, pero continúa siendo caro para quien no lo utiliza, porque el gaditano que nunca va a ir en tren a Valladolid también costea esa infraestructura subvencionada.

Es conveniente detenerse en estas cuestiones, sobre todo en vísperas de una campaña electoral. Porque si un Gobierno no gestiona bien los recursos públicos podemos hacernos trampas en el solitario. Es decir, ¿de qué sirve que un Gobierno autonómico pague a una familia los 300 euros que cuestan los libros de texto si por la corrupción o por el despilfarro en el gasto público esos 300 euros van incluidos en unos impuestos que deberían ser más bajos?

Sería de idiotas que el dinero que se ahorra un padre o una madre al pagar sólo 20 euros por el abono del transporte de su hijo se destinara a sufragar la deuda que han dejado la Caja Mágica de Madrid o la Ciudad de la Cultura de Santiago al contribuir con más impuestos de los debidos por la ineficiencia de la Administración. Y, en el peor de los casos, se dedicara a pagar las facturas de Urdangarin o las mariscadas de UGT en Andalucía. De idiotas. Por eso es muy importante para nuestros bolsillos la regeneración de la política.

(Publicado en El Mundo el 1 de octubre de 2015)