domingo, 20 de noviembre de 2011

La noria y la empresa


Desde que el bloguero Pablo Herreros puso en marcha su campaña contra el programa de La Fábrica de la Tele tras pagar a la madre de El Cuco por una entrevista algo muy nuevo ha surgido en este país. Porque nos ha recordado que el cliente de la televisión comercial es el anunciante y no el telespectador.Y esto tiene muchas implicaciones empresariales.

Si la condición 'sine qua non' para que un negocio prospere es tener contento a su cliente, el deber de la televisión será fidelizar a los anunciantes antes que a los telespectadores, aunque para conseguir lo primero necesite a éstos últimos.

Desde un punto de vista empresarial, pocos negocios hay como éste. Para ganar dinero, la televisión comercial -como la radio- debe atraer clientes que generen ingresos con los que sufragar sus gastos y conseguir un beneficio. Pero no 'fabrica' sus productos para esos clientes sino para un tercero, que es la audiencia. Esto supone que la intención del programador es contentar a esa audiencia, porque cuanta más consiga, más clientes se acercarán a su cadena.

Es posible, entonces, que la rebelión de anunciantes en La noria sea un primer paso para terminar con la 'dictadura de la programación' que llevaba aparejado que las empresas -es cierto que a través de las centrales de compras- acudieran sin rechistar a los espacios con más telespectadores.

Esto es muy importante al considerar el futuro de algunos programas que se valen del morbo o bordean la legalidad para conseguir aumentar su cuota de audencia. El caso de La noria viene a decir que aunque seas un programa preferido entre los telespectadores semana tras semana, te puedes venir abajo si traspasas unos límites que ofenden... a tus clientes de verdad.

Ahora bien, supongamos que Telecinco decide retirar La Noria de la parrilla ante la falta de anunciantes. ¿Se convierten éstos en los nuevos dictadores al ser capaces de dirigir y controlar determinados programas de televisión? ¿Son menos libres los ciudadanos porque alguien les cierre uno de los canales por los que le llegaba una cierta información? ¿Y están más coaccionados a partir de ahora los responsables de los espacios, sean éstos del tipo que sean? ¿Podrán las empresas llegar a dirigir de algún modo la programación de las cadenas comerciales?

No sabemos hasta dónde puede llegar esta revolución, pero desde luego se ha abierto un camino que va a tener muchas repercusiones en el negocio de la televisivo en España, que va a afectar especialmente a la telebasura. A partir de ahora, todos somos un poco más conscientes de que no todo vale en los medios de comunicación. Y con esa premisa, que cada uno haga en el futuro lo que considere más oportuno. Es el juego de la libertad. También de la libertad de empresa