domingo, 28 de febrero de 2016

Facebook es... lo que somos


Alguien ha dicho estos días, con motivo de su fallecimiento, que Umberto Eco ha sido el último renacentista. Es posible. Y como pensador y observador del comportamiento humano, en estos últimos años habló mucho de internet y de las redes sociales, un fenómeno sociológico todavía poco explorado.

Le escuché comentar en concreto sobre las redes en el discurso de agradecimiento tras la concesión del doctorado honoris causa en Comunicación y Cultura de los Medios por la Università degli Studi de Turín, el 12 de junio del año pasado. «Las redes sociales, dijo, han generado una invasión de imbéciles; dan derecho a hablar a legiones de idiotas que antes lo hacían sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad, y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios». Tras alabar, es cierto, el potencial de internet, añadía que su drama es que «ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad».

No sé si Eco exageraba a propósito buscando ese efecto de provocación que a veces pretenden los sabios -efecto que sólo queda bien en ellos y nunca en los mortales comunes, que se arriesgan a hacer el ridículo cuando lo intentan- o, por el contrario, realmente no entendió la esencia de internet y, como consecuencia, esas prolongaciones que son las redes sociales. Porque conceder a todos, también al necio, la posibilidad de comunicarse de forma masiva es precisamente una de las características principales de internet.

La Red ha democratizado el acceso a la comunicación en un aspecto clave: ha convertido a cada ciudadano en un emisor de contenidos. La radio y la televisión también son para todos, desde luego, pero apenas permiten la respuesta de los individuos y, mucho menos, la interacción personal o social entre ellos. Si Facebook cuenta con 1.700 millones de perfiles registrados en todo el mundo y más de mil millones de personas se conectan a diario para escribir, ver y escuchar en sus muros; si Twitter tiene 300 millones de usuarios, aunque haya perdido un par de ellos en el último trimestre; si Instagram ya suma 400 millones y continúa creciendo, es porque las redes sociales no son para las minorías, como sí lo han sido tantas manifestaciones culturales a lo largo de la historia.

A partir de aquí es fácil deducir que Twitter, Facebook y las demás aplicaciones son el mejor otero para observar la sociedad que ha existido nunca en la historia.Si a esto se añade que toda esa información que circula libremente, o buena parte de ella, puede ser procesada, tenemos preparada una auténtica revolución social en el mundo de la comunicación, con implicaciones claras en cualquier sector de actividad.

Volviendo a Eco, si las redes sociales generan una «invasión de imbéciles», no son más que los mismos «imbéciles» que estamos en la sociedad, porque no hay más. Es positivo que el «tonto del pueblo» tenga la misma capacidad de comunicarse que el «portador de la verdad». No somos tan «necios» como para no distinguir al uno del otro. Además, en esta sociedad que duda permanentemente, ¿cómo se decide quién es el «portador de la verdad»?

Las redes sociales son los lectores de periódicos, los oyentes de radio, los espectadores de televisión y el resto de individuos porque ellos son los que nutren Facebook, Twitter, Linkedin, Instagram, Snapchat y demás con sus comentarios, intereses, aficiones, trabajos o deseos. Las redes sociales son… lo que somos. Aunque a veces, como quizá le pasaba a Umberto Eco, no nos guste reconocerlo.

(Publicado en El Mundo el 25 febrero de 2016)

@vicentelozano

lunes, 22 de febrero de 2016

Podemos, claro y contundente

Hay que reconocer que a Pablo Iglesias y al resto de los líderes de Podemos se les entiende casi todo. Lo vemos en la propuesta formulada al PSOE para investir a Pedro Sánchez y formar un Ejecutivo estable. Iglesias no se anda con paños calientes. No sugiere. Marca su territorio: «Quiero la vicepresidencia y, con IU, más ministerios que el PSOE porque tenemos más votos».

Con la misma contundencia, aunque algo más escondido, Podemos plasma en el documento 'Un país para la gente' que ha presentado a las fuerzas políticas su intención, no ya de reformar la Constitución, sino de refundar el modelo de Estado que emergió en 1978, tal y como ha manifestado el partido desde sus inicios como movimiento. Es de agradecer esa transparencia que, al menos, hace que seamos conscientes de lo que Podemos quiere hacer de este país si algún día lo gobierna.

Algunos ejemplos. Una de las constantes del documento es la referencia a la «democracia directa», a la «vía popular», para cambiar las cosas. El texto más claro es el que se refiere a la propia reforma constitucional. Como legalmente se necesita el concurso del PP para cualquier modificación, Podemos considera que «cabría activar la vía popular (...); es decir existen derechos y garantías democráticas previstos en la Constitución española que permiten convocar un referéndum para iniciar el proceso». En definitiva, Podemos prevé saltarse a la torera el Congreso, sede de la soberanía popular..., invocando esa misma soberanía popular. Las referencias a la participación directa de los ciudadanos son constantes. En otro punto se lee que un «gobierno del cambio debe otorgar un papel directo a la ciudadanía en su derecho de participación en los asuntos públicos frente al poder económico». Otro caso: Podemos propone un Consejo Asesor Anticorrupción, dependiente de la Vicepresidencia de Iglesias, conformado por «movimientos asociativos civiles y personalidades de reconocido prestigio en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado». Piensen en la composición de ese consejo.

La preeminencia de lo público sobre lo privado y la necesidad de renacionalizar actividades económicas también quedan plasmadas con nitidez en el documento. Así, «el suministro energético recuperará su carácter de servicio público». En el campo de las telecomunicaciones propone «garantizar la coinversión pública en la infraestructura de fibra óptica y redes móviles que hasta ahora han sido impulsadas por empresas privadas y que han convertido estas infraestructuras fundamentales en bienes de titularidad exclusivamente privada». Atención, Telefónica. Y la educación concertada «seguirá financiándose con recursos públicos sólo en los casos en que sea necesario por insuficiencia de la oferta de la red» pública, olvidando así el artículo 27 de la Constitución.

Otro punto clave del documento de Podemos es la referencia a un nuevo modelo territorial que nada tiene que ver con el establecido en 1978. Podemos va mucho más allá de la cuestión catalana y considera necesaria «la aceptación del derecho a decidir en aquellas naciones que lo hayan planteado con especial intensidad».Añade que se «debe entender España como país de países» y pide una revisión de los contenidos educativos en materia de Historia y Ciencias Sociales que lleve a «superar la visión homogeneizadora de la historia de España». El documento reclama «la búsqueda de un nuevo encaje para todas las naciones, comunidades políticas y territorios (...), un proceso que debe partir del reconocimiento previo y específico de las diversas realidades nacionales». Todo está muy clarito. Nadie se puede llamar a engaño.

@vicentelozano (Publicado en El Mundo el 18 de marzo de 2016)