sábado, 8 de octubre de 2016

La vomitona

65 directivos y consejeros de Caja Madrid y de Bankia se sientan en el banquillo de los acusados por el uso fraudulento de unas tarjetas de crédito opacas a Hacienda. 37 políticos, empresarios y buscones adosados a ambos colectivos lo hacen por haberse quedado con millones de euros de dinero público: bien para uso personal, bien para dárselo al PP con el fin de intentar asegurar su éxito en las campañas electorales y así perpetuar el latrocinio.

Ha dado la casualidad de que las dos vistas orales de los procesos más representativos que juzgan aquellos maravillosos años en el ámbito político y en el financiero coincidan en el tiempo. Y en los interrogatorios y en las declaraciones vamos asistir al sriptease de esos comportamientos indeseables. Como si fuera la vomitona de los excesos de un banquete sin límites, que eso fue aquello. Y como ocurre en estos casos la escena no va a ser atractiva.

Dos ejemplos de estos días. El primero es de la Gürtel. El fiscal calcula que el considerado cabecilla de la trama, Francisco Correa, tiene unos 20 millones de euros en Suiza, producto de sus presuntos robos en comunidades autónomas y ayuntamientos. ¿No chirría al sentido común que Correa haya pedido autorización para reembolsar dos de esos 20 millones como gesto de buena voluntad de su intención de colaborar con la Justicia? ¿Se puede aceptar un 10% del producto de su latrocinio -siempre presunto- si con ello está reconociendo su culpabilidad y sigue manteniendo el 90% restante? Es cierto que Correa tiene bloqueado ese dinero, pero su gesto de calculada generosidad suena obsceno a la opinión pública: si se reconoce culpable y quiere colaborar, que renuncie a todo el dinero distraído y lo devuelva.

Tan sangrante o más es lo de las tarjetas black. Al fin y al cabo, Correa es un aprovechado que se acercó con éxito a los umbrales del sistema y entró en él tras engatusar con el dinero fácil a cómplices sin escrúpulos que estaban dentro y le abrieron las puertas de par en par. En cambio, quienes están acusados por el uso ilegal de las tarjetas eran los administradores legítimos que, en la mayoría de los casos, abdicaron de sus deberes profesionales y de sus principios éticos personales por unos miles de euros. Triste, pero así fue.

Es el segundo ejemplo. Rodrigo Rato y Estanislao Rodríguez Ponga se han defendido diciendo que esa tarjeta no era una dádiva, producto de una gestión tramposa y del aprovechamiento ilícito -los jueces determinarán si hubo delito-, sino que formaba parte de su retribución. ¿Es posible de verdad que quien fue vicepresidente económico de un Gobierno o un ex secretario de Estado de Hacienda confundan un medio de pago con una nómina? Una tarjeta de crédito legal nunca será una retribución: no es más que un medio de pago que se usa para gastar la retribución pactada. Si alguien te da una tarjeta para que hagas con ella lo que quieras sin dar cuenta a nadie -ni a la pareja, como se intuye a la vista de algunos cargos- queda claro que se trata de algo ilegal. Y si eres gestor de una caja de ahorros lo sabes.

Evidentemente, los acusados tienen todo el derecho a defenderse como crean más oportuno. Pero produce náuseas la obscenidad con la que tratan de explicar lo inexplicable quienes tenían la obligación de haber custodiado los ahorros de los clientes de Caja Madrid y de Bankia, y se dedicaron a gastarlo en lencería, cacerías, cenas y puros... o a sacar dinero de madrugada en cajeros sospechosamente cercanos a lujosos locales con "mujeres en situación de prostitución", como quiere Manuela Carmena que digamos. Lo dicho, contemplar la vomitona no va a ser agradable.
(Publicado en El Mundo el 7 de octubre de 2016)

domingo, 2 de octubre de 2016

El problema no es Sánchez, es el socialismo


(Publicado en El Mundo el 29-9-2016. Antes de la caída, pero sigue vigente).

LA QUERIDA Actualidad Económica ha dedicado la portada de su número de septiembre a la crisissocialista. Con el título de ¿Cuándo se jodió el PSOE?, poco original pero efectivo, dedica un editorial y cinco páginas llenas de testimonios y de datos sobre la historia reciente del partido.Los autores del reportaje destacan dos momentos importantes en los últimos años de la formación de Ferraz. El primero es un día concreto: el 12 de mayo de 2010. Un Zapatero agobiado ya por las repercusiones de la crisis y apremiado desde casi todas partes del mundo -llamada telefónica del presidente Obama incluida- presenta en el Congreso su plan de recorte de 15.000 millones de euros, con unas medidas que incluyen dos pecados mortales para la moral política socialista, la congelación de las pensiones y bajada de sueldo a los funcionarios. Además de la retirada de una serie de beneficios sociales aprobados poco antes -dispendios les llamarían otros- como el cheque bebé. De repente, el PSOE se derechizó. «Acabamos de perder las próximas elecciones», dicen que dijo un entonces un destacado barón socialista.

El segundo momento clave de esta historia tiene nombre de día, pero es una movilización: el 15-M. Un movimiento que estaba ya larvado, pero que se manifestó justo un año después del «mayor recorte social de la democracia» en forma de concentración asamblearia en la madrileña Puerta del Sol. En el PSOE se vio esa movilización como la posibilidad de congraciarse con la izquierda social tras aquel 12-M de 2010. En la Puerta del Sol estaba «la misma gente que nos había llevado en volandas a La Moncloa después de que le prometiéramos 'no te fallaré'», recuerda José Maria Barreda en el reportaje. Había que aprovechar esa marea. Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces ministro del Interior, permitió que creciera aquella concentración... hasta que a los socialistas se les fue de las manos y apareció Podemos. En ese zigzag a derecha e izquierda entre 2010 y 2011 el PSOE ha perdido casi seis millones de votos: los que van de los 11,28 millones de papeletas de la segunda victoria de Zapatero a los 5,42 millones de la segunda derrota de Sánchez.

Para recuperarlos va a tener que hacer algo mucho más radical que cambiar al secretario general. Porque el problema de fondo del PSOE no es el liderazgo de Sánchez, sino la crisis de identidad de la socialdemocracia desde finales de siglo, que se ha acentuado durante la crisis económica. Es la gran paradoja de la recesión vivida en estos años: una depresión motivada por la desregulación financiera del sistema capitalista ha hecho mucho más daño a la izquierda política que a la derecha. ¿Por qué? Habrá que recordar, por ejemplo, cómo la administración republicana de Bush nacionalizó la banca del país tras la caída de Lehman. Es decir en la cuna del sistema capitalista se aplicaron recetas socialistas para frenar la sangría. Después, muchos gobiernos de izquierda se vieron forzados a aplicar políticas de recortes sociales contrarias a sus planteamientos. Los ciudadanos perdieron las referencias.

En ésas estamos. El espacio político socialista -socialdemócrata, si queremos- se ha comprimido casi hasta el ahogo, apretado por la izquierda y la derecha. La cuestión es mucho más profunda que formar Gobierno con Podemos o dejar gobernar al PP. Es un tema de fondo que no se arregla sólo con el cambio de líder. Tiempo habrá para comprobarlo, pero dudo de que un programa electoral presentado por Susana Díaz difiriera mucho de los de Sánchez. Ése es el verdadero drama del PSOE. Y también de la socialdemocracia europea.

@vicentelozano