lunes, 11 de marzo de 2024

La angustiosa búsqueda de ingresos por parte de las empresas informativas


La mayoría de las empresas informativas en todo el mundo luchan por sobrevivir mientras estudian nuevas formas de ingresos que palíen las caídas de ventas y de publicidad. Años después de la irrupción de internet, todavía no se ha conseguido un modelo de negocio sostenible. En el pago por derechos de autor por parte de las grandes plataformas y de las empresas de inteligencia artificial puede haber una esperanza.

El Observatorio de Medios, una iniciativa de autorregulación de los medios de información en España impulsada por las fundaciones Ethosfera y Haz, presentó a principios de enero los resultados del informe Paying for news: what Google and Meta owe US publishers. Al acto acudieron altos directivos de editoras de medios españoles como Prisa, Vocento, Godó, Henneo o Atresmedia, preocupadas todas por la sostenibilidad financiera de las empresas informativas.

El informe ha sido elaborado por profesores de las universidades de Columbia y Houston y ha diseñado una metodología para calcular la compensación económica que Facebook (Meta) y Google Search deberían pagar a los editores de noticias por el uso de su contenido, en caso de que la propuesta legislativa Journalism Competition & Preservation Act entrara en vigor en Estados Unidos.

Esa metodología, basada en cálculos de los ingresos de las plataformas por la publicidad aneja a las noticias de medios que recogen, concluye que Google debería pagar a los editores estadounidenses alrededor de 10.000 millones de dólares al año y Facebook unos 2.000 millones para compensarles. El estudio concluye que “los acuerdos existentes entre estas plataformas y los editores de noticias no reflejan el valor total generado por el contenido de noticias en las plataformas”.

Artículos para entrenar robots de IA

Ahora, ese robo de contenidos gracias a las nuevas tecnologías se ha trasladado a la inteligencia artificial (IA) y ha provocado de nuevo protestas desde los medios. El principal exponente de este malestar ha sido la demanda de The New York Times contra OpenAI y Microsoft por utilizar los contenidos del periódico para entrenar a ChatGPT y Microsoft Copilot sin tener los derechos y sin permiso. En la demanda, The New York Times afirma que el “uso ilegal del trabajo de The Times por parte de Microsoft y OpenAI para crear productos de inteligencia artificial que compitan con él amenaza la capacidad del diario para prestar ese servicio”.

El camino judicial no es el único emprendido para conseguir que las tecnológicas paguen. Australia y Canadá han aprobado legislaciones para forzar a las plataformas a llegar a acuerdos justos con los medios, y se espera que en 2024 aumenten las alianzas de editores de todo el mundo para obtener pagos de Google, y posiblemente de Meta, siguiendo el Código de Negociación de Medios de Comunicación de Australia, aprobado en 2021.

Hay que recordar que España fue pionera en 2014 en obligar a Google a pagar derechos de autor a las empresas informativas por usar sus contenidos en el buscador. Pero la iniciativa terminó en nada. La respuesta entonces de Google fue cerrar el servicio Google News en España –el único país del mundo donde lo ha hecho– y no enlazar noticias, porque no estaba dispuesto a pagar. El resultado fue una caída del tráfico de las webs. En 2021, al trasponer la directiva europea de derechos de autor se eliminó esa obligatoriedad y el pago de los contenidos quedó circunscrito a acuerdos bilaterales entre las empresas informativas y Google, que tampoco han servido para nada porque los acuerdos presentan muchos problemas. En primer lugar, son poco transparentes; después, los ingresos que aportan a los medios son muy bajos y, en tercer lugar, favorece a los grandes grupos y deja sin margen de negociación a las pequeñas y medianas empresas informativas.

Ayudas para la prensa

Mientras, con el fin de aplacar las quejas de los medios, los dos gigantes tecnológicos han puesto en marcha iniciativas para ayudar financieramente a las empresas informativas, como Google News Initiative, un programa que reparte dinero entre los medios para formación y desarrollo de su digitalización, o el Meta Journalism Project, que forma a profesionales en el uso de nuevas herramientas en el ámbito periodístico y publicitario. Pero sus presupuestos son muy limitados. Por ejemplo, Google News Initiative ha destinado 189 millones de euros a proyectos de toda Latinoamérica entre 2018 y 2023.

Con todo, estas alianzas con Google o Meta serán útiles para las negociaciones que deben llevarse a cabo con las plataformas tecnológicas en el contexto de expansión de la IA, que utiliza contenido de noticias en sus grandes modelos de lenguaje. Porque, aunque la IA ofrece un panorama alentador para la información, de momento es la principal amenaza para la prensa. El informe Periodismo, medios y tecnología: tendencias y predicciones para 2024 del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford afirma que “el poder disruptivo de la inteligencia artificial se propagará este año por el espacio informativo, en tiempos de intensa volatilidad política y económica en todo el mundo. Las implicaciones para la fiabilidad de la información y para la sostenibilidad de los principales medios probablemente serán profundas en un año con elecciones cruciales en más de 40 democracias, y guerras que siguen haciendo estragos en Europa y Oriente Medio”.

El informe Reuters ha preguntado a los editores de prensa sobre esos acuerdos con empresas de IA. Es cierto que algunos “aspiran este año a acuerdos de licencia con las plataformas de IA”, pero a la vez no muestran excesivo optimismo respecto a un “reparto equitativo de los beneficios”. Alrededor de la mitad de los encuestados –un 48%– considera que “al final, habrá muy poco dinero para los editores”.

De momento, el sector sigue sufriendo en casi todo el mundo. Últimamente hemos conocido que la revista Sports Illustrated, un icono del periodismo deportivo en Estados Unidos, ha despedido a unos cien periodistas, la mayor parte de su plantilla, por sus problemas financieros, tras años de declive en las ventas. Y también Los Angeles Times, el diario más importante del Oeste estadounidense, despedirá a 100 periodistas, el 20% del total, por las dificultades financieras que atraviesa la empresa y porque “2024 será otro año con fuertes pérdidas”, según informó la empresa a los trabajadores. Es el mayor recorte de empleo que ha acometido el diario californiano en su historia. En España, parece que las grandes reducciones de personal se han terminado, pero la mayoría de las empresas informativas viven una economía de subsistencia, en la que siguen primando los recortes de costes frente a las inversiones para desarrollo de negocio.

Buscando nuevas fuentes de ingresos

En el pago por los derechos de autor, sea por las plataformas o por la IA, tienen los editores depositada su esperanza para conseguir los ingresos que el mercado les ha ido quitando. Por eso el resultado de la demanda de The New York Times contra OpenAI tiene tanta importancia. Si la Justicia estadounidense falla en favor del periódico se habrá abierto una vía que se extenderá por todo el mundo y obligará a tecnológicas a negociar de verdad con los medios para utilizar sus contenidos.

Pero mientras eso llega, hay que seguir “comiendo” día a día y las empresas informativas deben seguir buscando nuevas fuentes de ingresos. El Consejo de Europa acaba de publicar el informe Buenas prácticas para una financiación sostenible de los medios periodísticos, elaborado por 13 expertos internacionales del sector –académicos que no trabajan directamente en empresas de medios– que consideran imprescindible que las empresas periodísticas busquen nuevas fuentes de financiación porque con las suscripciones y la publicidad no garantizarán su sostenibilidad: “Una de las conclusiones más relevantes de este estudio es que, en la actualidad, el denominador común para la viabilidad de los medios de comunicación es la diversificación. Las formas hegemónicas de modelo de negocio siguen siendo la venta y la publicidad, pero han de respaldarse con otras, que, además, son cambiantes y no sirven para siempre», afirmó Ramón Salaverría, catedrático de Periodismo de la Universidad de Navarra y presidente del Comité de Expertos, durante la presentación del informe en la Asociación de la Prensa de Madrid el pasado mes de diciembre.

El informe del Comité de Expertos es categórico: las suscripciones –más la venta de ejemplares en las ediciones impresas– y la publicidad seguirán siendo las principales fuentes de ingresos para los medios, pero en absoluto asegurarán su estabilidad financiera y su rentabilidad. Y, al hilo de experiencias en algunos de los 46 países que forman parte del Consejo de Europa, proponen hasta trece métodos para conseguir o aumentar los ingresos.

Entre los distintos de las suscripciones y la publicidad, están las ayudas desde el sector privado, como donaciones, patrocinios o crowdfunding. El informe también habla de ingresos que llegarían desde el sector público, que van desde subvenciones directas de los presupuestos estatales hasta ayudas indirectas como los “bonos lectura de prensa” o desgravaciones fiscales de los gastos de suscripciones a medios, por ejemplo. Por último, el informe recoge los posibles ingresos por derechos de autor, que pagarían las plataformas tecnológicas que nutren sus servicios de los contenidos generados por los medios de comunicación.

Riesgo para la independencia


El grave problema, y así lo ponen de manifiesto los autores, es que muchas de estas fuentes de ingresos pueden atentar contra la independencia informativa. Los medios, dice el informe, necesitan “establecer políticas de autorregulación para garantizar la transparencia de las donaciones, incluida la divulgación de los importes de esas donaciones y los nombres de los donantes”. Y lo mismo respecto al dinero que llegue desde el sector público. Es necesario “mantener un alto nivel ético al recibir fondos de fuentes públicas y privadas. Esto incluye prácticas como reconocer los posibles conflictos de intereses, mantener el contenido publicitario separado del editorial mediante un etiquetado claro y revelar de forma transparente sus fuentes de financiación”. Será necesario, pues, establecer estrictos códigos de autorregulación del sector para proteger la independencia de las empresas informativas.

El periodista Víctor de la Serna comentaba hace unos días, en su columna de El Mundo, un libro recién editado por la Columbia University Press titulado Avoiding the News (“Esquivando las noticias”), escrito por los profesores Benjamin Toff, Ruth Palmer y Rasmus Kleis Nielsen, que indaga por qué tanta gente en todo el mundo evita leer, escuchar o ver noticias hoy en día. Concluía así De la Serna su comentario: “Dentro de la serie de recomendaciones que incluyen, los autores terminan con ésta: los medios informativos profesionales deben esforzarse por demostrar con hechos su independencia y fiabilidad para evitar esa falsa pero tan extendida categorización de que todos los medios están al servicio de los poderosos. Los públicos y los privados”.

(Artículo completo publicado en Aceprensa el 29 de enero de 2024)

miércoles, 7 de febrero de 2024

El colosal esfuerzo que necesitará el mundo para cumplir con la COP28


Todas las instancias oficiales han recibido con euforia el principal acuerdo alcanzado en la cumbre sobre el clima que se ha celebrado en Dubái: los doscientos países firmantes se comprometen a “dejar atrás” el uso de los combustibles fósiles -petróleo, gas y carbón-, “de una manera ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década crítica, con el fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050, de acuerdo con la ciencia”.

Pero según avanzan los días, los análisis que leemos en los medios sobre lo conseguido -que reflejan opiniones de los expertos- son más escépticos. “El acuerdo de la COP28 puede ser histórico, pero tiene salvedades”. Y Financial Times se preguntaba: ¿será el acuerdo de Dubái suficiente para el clima? En esta misma revista, Albert Vilariño, hablaba de un acuerdo histórico, sí, pero “limitado”. Salvedades, suficiente, limitado… Porque los objetivos propuestos en la COP28 son absolutamente exigentes, mientras que los medios para conseguirlos parecen exiguos.

En la cumbre se han movilizado más de 57.000 millones de dólares, que incluyen compromisos para el Fondo Verde para el Clima destinado a países emergentes. También se ha anunciado la creación de un fondo de 30.000 millones de dólares para soluciones climáticas globales, con el que se pretende conseguir una inversión de 250.000 millones de dólares para final de esta década destinados a financiar proyectos climáticos sobre todo también en países del Sur. Al acabar la cumbre, el diario Financial Times se hacía eco de esos 250.000 millones para financiar la transición energética, pero afirmaba que esta va a requerir “billones de dólares” y, en última instancia serán “los gobiernos nacionales, los bancos, los inversores y las empresas” los que decidirán si se cumplen los objetivos marcados. Veamos algunos números, desde el punto de vista de un lego en la materia, pero algo acostumbrado a las cifras.

Hoy día, querámoslo o no, los combustibles fósiles son imprescindibles para el crecimiento económico y el desarrollo mundial. Sin ellos, está claro que el mundo se pararía. Según el informe World Energy Outlook 2023 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el porcentaje de energía procedente de combustibles fósiles en el consumo total en el mundo fue del 80,3% en 2022, porcentaje que se ha mantenido constante en las últimas décadas. El desglose por tipo de combustible deja al petróleo como la fuente más utilizada, con el 31% del consumo mundial, seguido por el carbón, con el 27,2% y el gas natural, con el 22%.

Frente al 80% de los combustibles fósiles la AIE estima que el consumo de energía procedente de fuentes renovables -eólica, hidráulica, geotérmica y solar- ascendió al 30,1% del total, mientras que la nuclear supone el 5,6%. (Inciso: la suma del consumo por tipo de energía es superior al 100% por las pérdidas que se producen en la generación, transmisión y distribución de la energía). El objetivo de la COP28 supone darle la vuelta en 24 años al mix de energía actual. ¿Es factible?

Pues no parece fácil si tenemos en cuenta el lento crecimiento de las renovables en el mix de consumo de energía. La AIE dice que se ha tardado treinta años en llegar del 10% que representaban sobre el consumo total en 1993 a ese 30% de ahora.

Para alcanzar “cero emisiones netas” en 2050 -es decir, que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la actividad humana sean compensadas por las absorciones de GEI de la naturaleza-, es necesario reducir las emisiones de los combustibles fósiles al máximo posible. Y la única forma de conseguirlo es mediante su sustitución por fuentes de energía renovable. ¿Hasta qué participación tendrán que llegar las renovables en el consumo total de energía en 2050? ¿Podrá alcanzar el 60-70%? ¿Cuánto dinero ha costado llegar del 10% de 1993 al 30% actual? ¿Cuánto va a costar conseguir ese 60%-70% como mínimo en 24 años? “Billones de dólares”, dice Financial Times.

Pero al tiempo y a las inversiones, hay que añadir la política. Ahora mismo, China representa el 27% del consumo mundial de energía, Estados Unidos, el 17%: por detrás se sitúan India, con el 6,8% y la Unión Europea, con el 6,5%. Es decir, China y Estados Unidos serán los países que más esfuerzo deberán hacer para alcanzar el objetivo de triplicar el uso de energías renovables en 2030, es decir, en seis años.

China se halla inmersa en una seria crisis provocada por la caída del sector inmobiliario y el descenso de las exportaciones. Necesita volver a crecer a tasas más altas para que el paro no siga creciendo y para ello será imprescindible aumentar el consumo de energía, algo que hará con lo que pueda: combustibles fósiles si son necesarios. Y qué esperar de Estados Unidos si el próximo año y para los siguientes cuatro puede tener un presidente que en su primer mandato retiró al país de los Acuerdos de París. El esfuerzo necesario para llevar a la práctica los acuerdos alcanzados en Dubái se antoja casi inalcanzable. Esperemos equivocarnos.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Occidente vuelve a levantar barreras comerciales en busca la “seguridad” y la “soberanía” económicas

La crisis de 2007, la pandemia y la guerra de Ucrania han provocado en los países desarrollados un temor a la dependencia económica que les ha llevado a entornar fronteras y proteger las industrias nacionales. El resultado de ese proceso está por ver, pero es lógico pensar que los países menos desarrollados sufrirán en sus ciudadanos las consecuencias del nuevo proteccionismo.


“Europa se está adaptando a las nuevas realidades geopolíticas, poniendo fin a la era de la ingenuidad y actuando como un verdadero actor geopolítico”, afirmó el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, a principios de octubre al presentar la primera medida de la Estrategia de Seguridad Económica de la UE, por la que se fomentará el desarrollo de sectores que se consideran clave para su crecimiento económico. En esta ocasión, la Comisión Europea ha declarado que la inteligencia artificial, la biotecnología, los semiconductores y la tecnología cuántica son “áreas críticas por sus capacidades y los riesgos de seguridad o de vulneración de derechos humanos que pueden suponer” y, por tanto, la UE no puede depender del exterior en su desarrollo.

La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen explicó algo más la cuestión: “Europa estableció en junio de este año su primera Estrategia de Seguridad Económica para garantizar nuestra soberanía, seguridad y prosperidad en los años venideros. Hoy damos los siguientes pasos estableciendo las áreas tecnológicas críticas que deben evaluarse”.

El comisario y la presidenta hablaron de “nuevas realidades geopolíticas”, del “fin de la era de la ingenuidad”, de “garantizar nuestra soberanía, seguridad y prosperidad”. Y todas esas frases van encaminadas a un fin: evitar que el poder chino se haga con el control de esas tecnologías que serán clave en el futuro desarrollo de la sociedad. Es decir, proteger a la industria europea y a los ciudadanos.

No es la única decisión que Europa ha tomado en este sentido en las últimas semanas. Por ejemplo, cuando las ventas de automóviles chinos empiezan a ser significativas en el Continente, Bruselas ha abierto una investigación sobre las supuestas ayudas públicas que el Gobierno central y las administraciones locales ofrecen a los fabricantes chinos que abaratan los precios finales de los coches eléctricos que se venden aquí. Y también acaba de anunciar otra actuación sobre los subsidios estatales concedidos a los fabricantes de turbinas para las centrales eólicas. Todas estas decisiones se han tomado en menos de un mes.

Europa no está sola en este camino de vuelta al proteccionismo. Estados Unidos ha ido dando pasos en el mismo sentido en los últimos años. En 2022, el Gobierno estadounidense aprobó la Ley de Reducción de la Inflación, que tiene como objetivo fundamental el tránsito hacia una “economía más sostenible” en sectores clave de la economía del país. Se destinarán 400.000 millones de dólares en diez años en créditos y subvenciones a determinados sectores como la energía renovable o la automoción y el transporte. Y, más recientemente, EEUU también aprobó una Ley de Ciencia y Chips, que con una inversión de 280.000 millones de dólares en cinco años busca sobre todo reforzar el sector de los semiconductores en el país y evitar la dependencia del mercado internacional, sobre todo de los fabricantes chinos. En otras palabras, regar de dinero a las empresas norteamericanas para que puedan hacer frente a la competencia china en industrias clave para la soberanía y la seguridad del país.

Tras la pandemia

Esta aceleración de la vuelta al proteccionismo comercial es, quizá, una de las consecuencias económicas más significativas de la pandemia, aunque sus causas vienen desde la crisis económica global de 2007. El ‘shock’ que causó en la economía mundial el desplome de un sistema financiero sin fronteras llevó a emprender medidas de protección en los sistemas bancarios nacionales que se han ido trasladando al mundo industrial y comercial. Los riesgos del creciente poder económico de China gracias precisamente a la globalización y las consecuencias de la pandemia de 2020 no han hecho más que acelerar ese proceso de defensa de la industria nacional.

‘The Economist’ acaba de publicar un amplio informe sobre el auge del proteccionismo en el mundo que habla de la “economía patriótica”, que define como aquella que busca una reducción de “los riesgos para la economía de un país: los que presentan los caprichos de los mercados, un ‘shock’ impredecible como una pandemia o las acciones de un oponente geopolítico”.

El semanario considera que esta vuelta al proteccionismo es el resultado de cuatro factores. Primero, la economía: como ya hemos comentado, la crisis financiera de 2007 fue el gran toque de atención sobre la pérdida de confianza en el modelo de la globalización y el parón económico mundial que trajo la pandemia en 2020 terminó por confirmar esos temores. Segundo, la geopolítica: con las batallas políticas y comerciales entre Estados Unidos y China y, posteriormente, la invasión de Ucrania por Rusia como determinantes. Tercero, la energía: Vladimir Putin ha demostrado que la energía es una formidable arma de guerra y los países quieren depender lo menos posible de terceros en su abastecimiento, al menos de terceros ‘peligrosos’. Y, cuarto, la Inteligencia Artificial generativa, que supone un cambio tan radical en todos los procesos productivos, que los gobiernos buscan la forma de hacerse fuertes en esta tecnología, sabiendo, por ejemplo, que los perdedores pueden estar amenazados con la destrucción de miles de empleos.

Este movimiento no sólo parte de los Gobiernos, porque el miedo a la globalización ha llegado los inversores, que cada vez miran más de puertas adentro -aprovechando también las ventajas de esas medidas proteccionistas para las compañías- y las propias empresas, que prefieren producir en sus propios países que buscar otros mercados en los que montar nuevas fábricas, ayudadas, eso sí, por las millonarias subvenciones públicas.

Más pobreza, más inflación

¿Es buena para el crecimiento económico la desglobalización? Este mismo mes de octubre, el Banco Mundial recortaba su previsión de China para el próximo año y advertía de que los países en desarrollo del este de Asia van a crecer a una de las tasas más bajas de las últimas cinco décadas. Es lógico que si China se frena, todos sus socios comerciales de alrededor lo sufren pero, en esta ocasión, el Banco Mundial ha incidido en un condicionante significativo: el proteccionismo comercial de Estados Unidos está afectando a los países menos desarrollados -Vietnam, Tailandia, Filipinas,...- del Sudeste asiático. Gran parte de la región, no sólo China, está empezando a verse afectada por las nuevas políticas industriales y comerciales de Estados Unidos, que están reduciendo las exportaciones de esos países hacia Estados Unidos, constata el Banco Mundial.

La globalización económica y comercial que comenzó tras la caída del régimen soviético tuvo tres efectos significativos. El primero fue un aumento de la desigualdad entre el mundo desarrollado y el resto. Pero que los ricos fueran más ricos, no significa que los pobres fueran más pobres. El segundo efecto de la apertura del comercio mundial supuso que más de mil millones de personas salieran de la pobreza extrema, con China e India como países más beneficiados, pero también otros en América Latina como Perú o Colombia. El tercer efecto de la globalización fue la contención generalizada de la inflación, ya que la fabricación se podía llevar a las zonas con menor coste y eso se repercutía en los precios finales de los productos y servicios.

En pura lógica, la desglobalización traerá unas consecuencias opuestas: disminución de la desigualdad, aumento de la pobreza -o al menos, no disminución de la misma al mismo ritmo que antes- y un incremento de la inflación. Serían los países más beneficiados del anterior proceso, como China, los principales perjudicados. El FMI y la OCDE prevén que el gigante asiático crezca en los próximos años al menor ritmo de las últimas décadas porque ven agotado el modelo de crecimiento, basado en las exportaciones, que le ha traído hasta aquí. Pero hay un grave inconveniente: China es ahora la segunda potencia económica mundial con un enorme poder militar, una desestabilización social del país podría tener consecuencias funestas en todo el mundo.

Los analistas dicen que este proceso proteccionista va a continuar. Desde la crisis de 2007, el PIB ha estado creciendo por encima del comercio mundial y así seguirá ocurriendo a medio plazo. “El proceso de desglobalización va a seguir. El comercio global ha retrocedido en los dos últimos años, y todo apunta a que esa es la dirección futura. Con las ventajas e inconvenientes mencionados y repartidos de forma desigual”, escribía recientemente José Ignacio Crespo, analista financiero, en el diario ‘Cinco Días’. ‘The Economist’, de ideología liberal, considera que “la economía ‘patriótica” va a empobrecer el mundo: “Las políticas industriales nacionales y el proteccionismo pueden poner en peligro el comercio mundial sin hacer más seguras las economías occidentales”, afirma sin paliativos.



viernes, 30 de junio de 2023

Que la lucha de la prensa por su supervivencia no acabe con la propia prensa

Malos tiempos para la prensa, aunque esto ya no sea noticia. La Comisión Europea acaba de publicar el European Media Industry Outlook, un extenso informe en el que analiza la situación de sectores clave de los sectores de la comunicación y del entretenimiento, entre ellos el de los medios de información, que analiza el estado actual y las tendencias de un sector clave para la democracia. Merece la pena leerlo.

El sector de los medios generaba en 2021 en la Unión Europea un negocio de 88.000 millones de euros, de los que unos 20.000 millones provienen de los medios escritos y digitales y los 68.000 restantes llegan de la radio y la televisión. Pero las trayectorias son “radicalmente diferentes”. Así, los ingresos de la prensa escrita han caído de 22.000 a 16.000 millones -un 27%- entre 2016 y 2021, mientras que los ingresos de los medios digitales han experimentado un incremento del 60%, hasta 3.700 millones en el mismo periodo. En radio y televisión, el negocio informativo ha crecido un 5,5% en esos cinco años hasta esos 68.000 millones de euros. El informe prevé que continúe el decrecimiento de la prensa escrita en los próximos años, de forma que en 2025 sus ingresos totales -provenientes de los lectores y de la publicidad- se reduzcan a unos 13.000 millones, la misma cantidad que ingresaba en sólo en publicidad en 2016.

Consumo digital
Esta evolución se debe a los cambios en el consumo de la información que se ha dado en Europa, en sintonía con el resto del mundo. “Los medios informativos operan hoy bajo la lógica de la economía de la atención en la que las diferentes formas de contenido -noticias, publicidad y entretenimiento- compiten por llamar la atención del ciudadano, ya sea en formato digital o tradicional”, se lee en el informe. Y esa tendencia se ha agudizado en los últimos años “por la penetración de Internet y la amplia aceptación de la tecnología -nuevos dispositivos- que permiten consumir contenido online en cualquier momento y en cualquier lugar”.

El informe proporciona tres explicaciones de este cambio de los ciudadanos. El primero es que “la infraestructura de contenidos digitales está facilitando su crecimiento”: el 77% ya accede alguna vez a las noticias a través de su teléfono móvil. El segundo es que la “oferta online evoluciona y ofrece nuevas posibilidades a los ciudadanos: por ejemplo, un creciente número de consumidores de la UE prefieren compartir y discutir artículos con amigos y colegas a través de aplicaciones de mensajería instantánea”. Y tercero, “las audiencias más jóvenes prefieren acceder a las noticias sólo parcialmente elaboradas por profesionales”. 

Pago por contenidos y publicidad
Los europeos son conscientes de la importancia de la información para el desarrollo de la sociedad democrática, pero no parecen dispuestos a pagar por ella y eso añade más presión a la pervivencia de los medios de comunicación tradicionales, en especial, a la prensa escrita. “Esta brecha entre el valor asociado del contenido informativo y su monetización representa un desafío clave para la sostenibilidad económica de los medios de comunicación”. Así, por ejemplo, el 68% de los europeos considera que todo el consumo de noticias debería ser gratis y el 83% opina que “siempre debería haber algún tipo de información” que fuera gratuita. A la hora de pagar, los entrevistados consideran que la suscripción es la mejor forma de hacerlo, pero sólo el 13% se muestra partidario de hacer alguna.

Si se estanca el crecimiento de las suscripciones, la publicidad “sigue siendo clave en el mix de financiación” de los medios, señala el informe de la Comisión, pero “ya no beneficia a los medios informativos como solía hacerlo”. El mercado publicitario de la UE sigue creciendo a buena velocidad. En 2021 suponía unos ingresos para el sector -online y offline- de 69.200 millones de euros, frente a los 64.100 millones de 2016. Pero la mayor parte del pastel se lo está llevando el mundo informativo digital. Y ahí, los medios tradicionales -prensa, radio y televisión- cuentan con un tremendo enemigo con el que tienen que repartir la tarta: las plataformas digitales: Facebook y Google, fundamentalmente. Así, en 2021, Internet captó el 43% del gasto publicitario, cuando en 2000 apenas representaba el 1%. Según el informe, a pesar del aumento total de 5.000 millones entre 2016 y 2021, los ingresos por publicidad en los medios tradicionales cayeron un 23%, con un desplome de 33% en los medios impresos “principalmente debido al cambio de hábitos de consumo y a la disminución de la circulación”.

Como hemos visto, las grandes plataformas de internet y las redes sociales se han convertido en un importante motor de consumo de noticias, que en este caso favorece a las ediciones digitales de los medios tradicionales -”proveedores de noticias”, se denominan en el informe- al proporcionarles nuevo tráfico de usuarios, pero a la vez se corre el riesgo de que los medios se “vuelvan dependientes de las plataformas, de sus modelos de distribución, como el uso de algoritmos en la preparación de sus contenidos y de sus modelos de monetización”. Todo ello puede suponer un menoscabo de la labor informativa de los medios mientras se busca volver a la rentabilidad.

Contraataque
“La digitalización ha impactado en todos los procesos de la cadena de valor de los medios. Las herramientas digitales han permitido la producción más rápida de noticias, ha desdibujado los límites entre los tipos de contenidos y los proveedores de los mismos y ha conducido a una multiplicación de canales de distribución a través de distintos dispositivos. Como resultado, los consumidores pueden acceder e interactuar con una amplísima gama de contenido en línea”. Esta frase del informe es un buen resumen de la situación de los medios, en especial los escritos.

A partir de ahí los expertos comentan las dos grandes líneas que han emprendido los grandes medios tradicionales -los denominados ‘legacy’ media’-. Una de ellas es la adopción de nuevos formatos para los contenidos informativos para atraer nuevos lectores. En los últimos años han proliferado los ‘podcasts’, el audio digital, las ‘newsletters’ y el vídeo, que se distribuyen además a través de las cuentas propias de las redes sociales. Por ejemplo, casi el 90% de los principales editores de Francia y España, el 50% de los alemanes y el 30% de los italianos son cada vez más activos en la distribución de vídeos a través de la plataforma TikTok para dirigirse a los más jóvenes, “aunque todavía necesitan descubrir cómo monetizar esos contenidos y canalizar el tráfico a su propia web”.

Los medios también tratan de adoptar las estrategias de las grandes plataformas -si no puedes luchar contra ellos, trata de ponerlos a tu lado-. Muchos grupos editores están adaptando sus estrategias comerciales “al rol de las plataformas digitales globales”. En los últimos años, y con el impulso de la nueva legislación europea de derechos de autor, los editores han cerrado acuerdos de licencia de uso contenidos con plataformas con una contraprestación. Google, por ejemplo, informó el año pasado que ha llegado a acuerdos de este tipo con 300 empresas editoras de la Unión Europea, la mayoría grandes grupos de prensa.

Además de las estrategias para captar más publicidad, los editores pretenden incrementar ingresos de los lectores y para ello emprenden estrategias de “conversión de los usuarios”. Los métodos para monetizar a los lectores incluyen “los ‘muros de pago’, los modelos ‘freemium’, la membresía, el ‘crowdfunding’, los micropagos y los paquetes de ofertas de contenido no informativo”. Las suscripciones son la prioridad número uno en 2023 para el 80% de los editores para incrementar sus ingresos, por delante de la publicidad (75%), de la publicidad nativa (58%), de los eventos (38%) y de la financiación a través de las plataformas (33%).

Pero el negocio digital todavía no se suficiente. En 2022, los ingresos por suscripciones de los medios digitales -incluyendo las ediciones web de la prensa tradicional fueron de 1.800 millones de euros -por 1.000 millones en 2016-, mientras que los ingresos por circulación de los medios impresos ascendieron a 9.800 millones de euros, eso sí una cifra mucho más baja que los 13.300 millones de 2016.

Y, por último, si no puedes aumentar ingresos, trata de reducir gastos. Es un proceso que venía de lejos, pero aceleró durante la pandemia. En 2020 y 2021 las organizaciones presionaron para rediseñar oficinas, mejorar la tecnología y renegociar contratos laborales para rebajar costes y adaptar las redacciones al teletrabajo. Las plantillas se redujeron, aumentó el trabajo autónomo frente al contratado, y se cambiaron puestos de redactores por personal con más habilidades digitales con el fin de aprovechar las oportunidades de la tecnología.

De forma políticamente correcta, el informe señala que “si estas prácticas perduran, como parece, pueden exigir el desarrollo de nuevos criterios editoriales y modelos de gobernanza de los medios” para evitar impactos negativos en la supervisión de los contenidos y una precarización de las condiciones de trabajo de los periodistas. En román paladino: la digitalización de los medios está poniendo en peligro la razón de ser del periodismo, que es la de defensa de la democracia ofreciendo a la sociedad una información veraz y contrastada de lo que está ocurriendo.

El panorama de los medios -y sobre todo de la prensa- no es demasiado optimista. Los que estudios como el la Comisión Europea o el Digital News Report concluyen es que todavía no se ha encontrado el modelo que vuelva a la rentabilidad a los editores. Y es algo que urge por salud democrática, no vaya a ser que esa lucha por la supervivencia de la prensa corra el riesgo de terminar con la propia prensa tal y como ahora la conocemos.

Lea el artíulo completo en Aceprensa

jueves, 25 de mayo de 2023

La política de competencia de la UE en un mercado digital sin barreras

La economía digital difumina las barreras de entrada en los mercados de productos y servicios y dificulta las prácticas anticompetitivas. Los ciudadanos vivimos mejor con Google Play, Amazon o Apple Store, a pesar de que tengan posiciones dominantes en sus mercados. Con todo, el Reglamento de Mercados Digitales que prepara la Comisión Europea pretende trasladar las reglas de competencia tradicionales al negocio en internet.

Los monopolios, y los oligopolios en su caso, no son adecuados en una economía de mercado, porque siempre perjudican a los consumidores. Cuando una empresa domina la distribución de productos y servicios en un determinado sector, puede situar sus precios en el nivel que desee y el consumidor no tendrá más remedio que adaptarse a ellos, sobre todo si se trata de servicios de primera necesidad. Y eso se da en todos los niveles. Una única empresa eléctrica en una región actuará con los precios más altos que puedan pagar sus clientes. Como, si se diera el caso, la panadería que estuviera sin competencia en un pueblo haría lo mismo con sus productos: el tope de los precios está en el nivel en el que los ciudadanos dejan de comprar el pan porque ya no pueden pagarlo.

La aparición de otra empresa eléctrica o de otra panadería en el mismo lugar implica que el nuevo actor tendrá que ofrecer precios más bajos para ganar cuota de mercado. Y si los competidores son varios, ni que decir tiene que la posibilidad de elegir ofrece a los ciudadanos una vida mejor: pagar menos por productos similares.

Por eso, la falta de capacidad de elección ha sido uno de los grandes males contra los que ha luchado la economía de mercado desde siempre. Es imposible la competencia sin competidores y, en ese caso, siempre sufre el ciudadano. Y esta es una de las causas del desastre de los modelos colectivistas: una empresa de servicios, incluso si es de propiedad pública, sin competencia no va a mirar por el bien de los ciudadanos. Cuba o Venezuela son ejemplos que vemos todos los días.

Bien. Esto es así en, digamos, la “economía física” cuando el consumidor está atado a su proveedor y no tiene capacidad real de buscar otro. En el ejemplo de la panadería, la única solución sería ir a comprar en otro pueblo, lo que probablemente haría más onerosa la barra de pan. ¿Pero qué ocurre en el mundo digital?

Imaginemos que en ese hipotético pueblo un emprendedor monta una plataforma en Internet de venta de pan, con un servicio de puerta a puerta al que puedan apuntarse todas las panaderías de la comarca y ofrecer desde esa plataforma sus productos. Lógicamente, para poder quedar incluido en esa plataforma, los panaderos tendrán que cumplir las condiciones que ponga el propietario de la plataforma: comisiones, calidad de los productos, etc.

¿Qué supondrá para los ciudadanos del pueblo la aparición de esa plataforma de venta de pan? Una rebaja de precios, la comodidad de que le lleven el pan a casa y una mejora de la calidad de los productos. Aunque sólo exista una plataforma en el mercado digital, es obvio que el habitante de ese pueblo vivirá mejor con ella que sin ella.

Y si el nuevo servicio es beneficioso para el consumidor, ¿por qué hay que cambiarlo artificialmente desde las autoridades públicas?

jueves, 4 de mayo de 2023

La revolución económica que traerá la longevidad



Cada vez más mayores, con más dinero y con mejor salud. El sector público y la industria privada se enfrentan a un cambio de vida y de hábitos sin precedentes que va a mover miles de millones de euros en el futuro.


En los próximos años va a empezar a jubilarse la llamada generación del baby boom, la numerosa población que empezó a nacer a finales de los años cincuenta, cuando los estragos causados en la economía por la Segunda Guerra Mundial empezaron a desaparecer. En el mundo desarrollado, esta salida del mercado laboral de millones de personas se va a unir a la fuerte caída de la natalidad, que ya no garantiza el reemplazo generacional en Occidente y que supondrá una reducción de la población activa. La ONU calcula que en 2060, el 30% de la población mundial tendrá más de 65 años, por el 17% de hace diez años.

Con el envejecimiento de la población, el Estado tendrá que ir haciendo un trasvase de recursos para hacer frente a las necesidades del colectivo de más edad. Partidas como las pensiones, la sanidad o la dependencia exigirán más dinero… que tienen que salir de una sociedad más pequeña que sólo podrá compensar la reducción de la fuerza laboral con importantes incrementos de productividad (...).

Artículo completo en Aceprensa. 





jueves, 2 de marzo de 2023

Telecinco, cuando la telebasura deja de ser rentable

La pérdida del liderazgo televisivo de la cadena Telecinco, del grupo Mediaset, y el cambio de directivos ha supuesto una revolución en la gestión que puede poner fin a un modelo basado en la rentabilidad de la telebasura, al menos mientras la audiencia siga abandonando ese tipo de contenidos.

El 23 de abril de 2000 Telecinco estrenó un programa que marcó historia en la televisión española: Gran Hermano, el primer reality show (veinticuatro horas en directo sobre la supuesta realidad que vivían diez jóvenes encerrados en una casa) que colocó a la cadena en su mejor dato de audiencia desde su nacimiento. El primer programa de Gran Hermano congregó en su estreno a 5,29 millones de espectadores, el 36,5% de cuota de pantalla, y despidió la primera temporada el 21 de julio con 9,10 millones de espectadores y un 70,8% de cuota. Telecinco terminó el ejercicio como la televisión más vista en España, con un 22% del mercado.

Desde entonces y hasta 2021 –excepto algún año que fue superada por RTVE–, Telecinco ha sido la televisión más vista y ha basado su programación en los reality shows –a Gran Hermano le sucedieron diversas variaciones con formato similar hasta llegar a La isla de las tentaciones– y en los programas de tertulia sobre la prensa rosa. Unos programas que han terminado degenerando en una auténtica exposición de intimidades de personajes públicos con peleas familiares, uniones, separaciones… que llenaban las pantallas de horas y horas de cotilleos y de morbo social. Telecinco es el exponente europeo más claro de la denominada telebasura...

 Artículo completo en Aceprensa