martes, 22 de marzo de 2011

La intolerancia de los 'tolerantes'


El suceso de la capilla universitaria de Somosaguas (Madrid) ha vuelto a traer a colación el debate sobre la laicidad del Estado, si es que alguna vez se había abandonado. ¿Tiene cabida un oratorio de una confesión religiosa en un espacio público? Hay quien dice que no porque la Constitución establece que España es un estado aconfesional y, por lo tanto, la religión y sus manifestaciones debe quedar relegada al ámbito privado.

De acuerdo con ese pensamiento, hay que eliminar cualquier acto o manifestación que signifique algún tipo de creencia y que pueda molestar a los no creyentes. Si es Estado es neutral, no puede admitir capillas o crucifijos en las universidades, colegios y hospitales que dependen del erario.

Me cuesta bastante entender este planteamiento. En primer lugar, porque los recursos públicos que sostienen la educación, la sanidad o que se invierten en infraestructuras no son propiedad de un ente etéreo llamado Estado, ni siquiera del Gobierno que lo administra. Ese dinero es de todos los españoles que pagan impuestos, y entre ellos hay millones de católicos – no conviene olvidar que unos seis millones de ciudadanos acuden a todos los domingos a misa- que, en principio, sí quieren esas manifestaciones.

Un ejemplo. La televisión pública es neutral en materia política cuando informa sobre todas las opciones legales en función de su representación oficial. ¿Qué pensaríamos si, invocando esa neutralidad, abandonara la información sobre los partidos y el Gobierno para no herir la sensibilidad de ningún ciudadano?

La neutralidad del Estado en lo confesional se debe concretar en el acogimiento de todas formas de pensar y de creer que acaten la ley y en el apoyo a sus manifestaciones en función de su arraigo social. Nunca debería esgrimirse como arma, ideológica pero arma al fin y al cabo, para cercenar la libertad de otros, Pero lo que nunca me he explicado es que esa beligerancia intolerante se practique por quienes se autodenominan ‘tolerantes’.

jueves, 17 de marzo de 2011

'Encontrarás dragones' o la lucha del hombre contra sí mismo


La productora de 'There be dragons' (Encontrarás Dragones), la última película de Roland Joffe que se estrena el próximo 25 de marzo, me invitó amablemente a un pase previo de la película, como ha hecho con tantos periodistas y críticos. Me gustó. No soy crítico de cine ni lo pretendo, pero ésta es mi visión de lo que he visto.

He visto a un gran director de cine que se atreve con un trabajo absolutamente complejo, sobre todo para la sociedad española: rodar una película sobre el bien y el mal; mejor, sobre la capacidad del hombre para amar y para odiar, basada en la figura del fundador del Opus Dei y ambientada en unos años atroces y hostiles como los de la Guerra Civil de 1936.

Joffé es un británico de origen francés, lo que complica un poco el conocimiento de las causas de nuestra contienda y sus consecuencias. Ha dicho en otras ocasiones que si hubiera participado en esa guerra lo habría hecho con los milicianos del bando republicano. Y en la película se nota. Joffé, que habla del bien y del mal, sitúa a buenos y malos en los dos bandos. Hay milicianos jóvenes e idealistas, capaces de amar en medio de aquel tormento y, a la vez, otros que matan a un cura a sangre fría en una calle madrileña. Como vemos a personas del bando alzado que sufren al pillarles el levantamiento en zonas que se mantuvieron fieles al Gobierno, a la vez que se refleja la brutalidad de algunos militares fascistas.

Joffé es agnóstico declarado y, como he dicho, de origen judío. Pero en la película plasma perfectamente el sentido cristiano del dolor, del amor a todos independientemente de la forma de pensar y capta especialmente bien el concepto católico de redención: nadie está predestinado para el mal y toda persona tiene oportunidades para convertirse. Una forma de ser reflejada a través de los acontecimientos vividos por Josemaria Escrivá antes y durante la contienda: su trabajo con los enfermos en Madrid, la fundación del Opus, la llegada de los primeros jóvenes que se le acercaron y su peripecia durante la guerra.

Todo ello tratado, y ahí considero que está el gran mérito de Roland Joffé, con transparencia, con credibilidad, sin prejuicios políticos ni religiosos. Cuenta los hechos de tal forma que te crees absolutamente que así hubieran sucedido… quizá porque así fue como sucedieron. Id a ver la película. Habla de sentimientos tan íntimos para todos que no os defraudará.