sábado, 5 de noviembre de 2016

Políticos con demasiado rencor

(Publicado en El Mundo el 3 de noviembre de 2016)

Mariano Rajoy hace pública hoy la composición del nuevo Gobierno. Casi todo el mundo está de acuerdo en que debería elegir a personas dialogantes, con las que sea relativamente fácil llegar a acuerdos. Porque ésta va a ser la legislatura del consenso. No queda más remedio. El paso del tiempo dirá, pero la esperanza está puesta en que, esta vez sí, desde el Gobierno y el Parlamento se puedan llevar a cabo esas "reformas estructurales que necesita el país". Aunque la frase haya quedado manida de tanto usarla.

Llega ahora otra etapa política... que no ha podido empezar peor. Ha nacido con diez meses de retraso porque, como hemos comprobado, las propias formaciones políticas todavía no saben manejarse cuando no hay bipartidismo.

Tras más de 300 días de retraso, el espectáculo que ha dado el Congreso en la investidura de Rajoy ha sido desesperanzador. Parecía de todo menos un Parlamento en el que los partidos van a necesitar hablar como nunca, ya sea para apoyar las iniciativas del Gobierno o para presentar otras de forma conjunta para hacer valer que el partido del Gobierno está en minoría. Fue la peor sesión de investidura de la que se tiene recuerdo. Por parte del candidato a presidente, con todo hecho ya, no hubo ni la más mínima autocrítica ni comunicación de sus planes de Gobierno. Y los partidos de la oposición -¿quién es la oposición?- ni siquiera se lo exigieron. Se dedicaron a zurrarse entre ellos de mala manera, echándose la culpa de que fuera Rajoy y no otro quien estuviera pidiendo la confianza de la Cámara.

Esa pelea fue con navajas en los discursos, en los gestos y en los ataques personales... Lo de menos era investir a un presidente del Gobierno. El objetivo era culpar al contrario del fracaso de la izquierda, que tan cerca tuvo alcanzar la presidencia. Recuerden: "Gonzalezzzzxxxx", "Una de cal otra de arena", "Búsquelo en Google, señor diputado", "Ahora tiene usted que ponerse a trabajar"...

La magnífica fotografía de Alberto Di Lolli en la que se ve a Juan Manuel Villegas gritando mientras es rodeado por un Pablo Iglesias que mira de arriba a abajo con gesto seriamente amenazante, mientras Irene Montero, Ramón Espinar y Carolina Bescansa se enfrentan con rostro crispado al diputado de Ciudadanos a propósito del terrorismo es una buena prueba de ese ambiente.

Los malos modos saltaron del Hemiciclo y llegaron a las redes sociales y a los programas de televisión. Como ese enganchón en Twitter de Eduardo Maura (Podemos) y Juan Carlos Girauta, de Ciudadanos: "Girauta, mucho cuidado con lo que dices. Algunos venimos de allá y de muy lejos. El insulto barato envilece". "Cuéntame eso, diputado @edumaura, de que tengo que tener mucho cuidado contigo porque vienes del País Vasco". Trifulcas, en fin, más propias de una asamblea universitaria de los 70 o de una mala junta de vecinos, que empieza debatiendo la reforma del ascensor y termina hablando de lo guarra que es la familia del segundo porque saca la basura a destiempo.

El clima estaba tan crispado que Ana Oramas, de Coalición Canaria, dedicó su última réplica a resumir lo que había visto y oído. Se refería a Gabriel Rufián: "Es distinto ser contrincante político a enemigo político. No se puede negociar ni sacar adelante nada desde el odio y el rencor, sobre todo cuando se es joven". Fue la única mujer que intervino en los debates. A lo mejor por eso se dio cuenta de lo que pasaba, entre tanto macho alfa que intentaba asentar sus reales sobre los demás. Demasiado rencor en el inicio de la legislatura del consenso. Ya veremos en su transcurrir. Paradójico.

@vicentelozano