martes, 25 de noviembre de 2014

La vida más fácil



LOS ÚLTIMOS números de las revistas Time y Bloomberg Businessweek han coincidido en la misma portada: una gran foto de la cantante estadounidense Taylor Swift. Se trata de dos publicaciones sobre la actualidad política y económica con fama de rigurosas y han reparado en la cantante por una cuestión que los editores consideran muy importante, tanto como para eso: darle las portadas. Swift ha emprendido un pleito contra Spotify, el servicio de venta de música en streaming -que permite oír canciones sin descargarlas- porque su agente considera que lo que recibe por los derechos de sus canciones es inferior a lo que le corresponde según las descargas de su música. Al margen de razones, la demanda de Swift ha provocado una tormenta en EEUU.

Spotify no es el único triunfador de internet que sufre acometidas desde -digamos- la economía tradicional. Hachette acaba de firmar un acuerdo con Amazon, tras un largo contencioso por los precios de los libros electrónicos de los autores. El servicio de vehículos compartidos Uber es acosado por autoridades y taxistas. Y no hablemos de Google, contra quien disparan a discreción empresas, gobiernos y organismos internacionales.

Sin embargo, éstas y otras empresas de internet son calurosamente acogidas por los ciudadanos. Spotify cuenta con más de 40 millones de usuarios y, de ellos, la cuarta parte paga ya por alguno de sus servicios. Amazon tiene sólo en España 6,5 millones de clientes y Uber mueve también millones de personas en todo el mundo, allí donde le dejan, claro. Y qué decir de Google, cuyos servicios se han convertido en una commodity de tal forma que preguntar a alguien si utiliza algún servicio de Google es casi como decirle si tiene fruta en casa.

Si estos servicios cumplen con la legislación y son beneficiosos para los ciudadanos, ¿quien tiene interés en cargárselos? Las nuevas tecnologías permiten poner en contacto directo al proveedor con el comprador -sea el servicio que sea- y hay intermediarios que ven peligrar su trabajo. Los ejemplos de Taylor Swift y de Hachette son significativos. ¿Qué pasaría si Spotify o Amazon pagaran directamente los derechos a la cantante o a los autores de la editorial? Probablemente bajaría el precio de las canciones y de los libros y, a la vez, los creadores se llevarían un mayor porcentaje por sus obras. Así, con una multitud de servicios. La vida sería más barata y, por tanto, más fácil. Cumplamos la ley, desde luego, y después, dejemos hacer.

@vicentelozano

(Publicado en El Mundo el 24 de noviembre de 2014)

lunes, 10 de noviembre de 2014

Decepcionante baño de irrealidad




A veces parece que viven en otro mundo. Que necesitan viajar en el autobús urbano o tomar una caña en cualquier bar. Y oír lo que dice la gente. O que alguien de confianza lo haga por ellos y les cuente. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez participaron ayer en sendos actos de sus partidos y volvieron a demostrar lo lejos que están de la realidad que palpa la sociedad. 
 

El primero, en unas Jornadas sobre Estabilidad y Buen Gobierno, hablaba de luchar contra la corrupción, tras apoyar expresamente a un José Antonio Monago que se acababa de contradecir sobre sus viajes a Canarias. Si el viernes afirmó que podía demostrar que se los pagaba de su bolsillo, ayer se comprometió a devolver al Senado el importe de los mismos. Es seguro que Monago no ha hecho nada distinto al resto de parlamentarios respecto a los viajes pagados, pero esa flagrante contradicción no le deja en buen lugar.

Rajoy presentó ayer en Cáceres el enésimo paquete de medidas anticorrupción. Más leyes que, debido a lo avanzado de la legislatura, es posible que el Parlamento no llegue a aprobar. Pero la sociedad necesita hechos. Y no sólo desde la Fiscalía, la Policía o la judicatura, sino desde los partidos. El presidente se comprometió ayer «a tomar la iniciativa contra la corrupción». Un discurso, sí, muy distinto del «hemos hecho todo lo posible contra la corrupción» de Dolores de Cospedal, pero demasiado parecido al que él mismo pronunció tras el descubrimiento de los papeles de Bárcenas. Y hasta hoy.

También aparentemente ajeno a lo que pasa, Pedro Sánchez presentó ayer en Sevilla al candidato socialista a la alcaldía de esa ciudad. En su mitin dijo que el resto de España debería mirar a Andalucía como ejemplo de «sociedad avanzada» porque está gobernada por los socialistas. Pero Andalucía es la región con más paro de España, un 35,2% de la población activa y más del doble que Madrid, Baleares, País Vasco, La Rioja o Navarra. Se encuentra entre las peores en fracaso escolar: un 28,8%, por una media nacional del 23,5%. Y tiene un PIB per cápita en 2013 de 16.666 euros, el segundo más bajo del país, sólo superado por Extremadura, y muy inferior de la media nacional, de 22.279 euros.

Y qué decir a las referencias de Sánchez a la corrupción -«¿Quién del PP va a hablar de corrupción?», dijo-, ¡en Sevilla!, donde el caso Mercasevilla destapó el mayor escándalo de uso fraudulento de dinero público, el de los ERE, con más de 200 imputados, entre ellos varios consejeros de la Junta. Y en el que dos ex presidentes regionales y del PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, podrían ser encausados en breve. Ni una palabra sobre esto salió de la boca de Sánchez.
«Irrealidad: cualidad o condición de lo que no es real». Pues eso. Los votantes, reales, van tomando nota.

@vicentelozano