viernes, 16 de diciembre de 2016

Entre PISA y el paro

El informe PISA que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es el mejor termómetro que tenemos para evaluar sistemas educativos y compararlos. Es un examen colectivo que se realiza cada tres años y en esta ocasión, que corresponde a los datos obtenidos en 2015, hay una cierta satisfacción en la mayoría de las instancias oficiales. España ha roto por primera vez "la brecha educativa y se sitúa, por primera vez en la historia, entre los países más avanzados del mundo", escribió en un tuit el presidente del Gobierno.

Pero eso es una verdad a medias, que puede ser la mentira más peligrosa si te la crees. Lo bueno que tiene un estudio cuando está bien hecho es que te permite sacar conclusiones que, en esta ocasión, siguen sin invitar al optimismo.

La primera es que, en 2015, España está en las calificaciones de PISA exactamente en el mismo nivel que en 2000, cuando se empezó a hacer el estudio: en Ciencias empezó en 491 y está en 488; en comprensión lectora ha pasado de 493 a 496 y en matemáticas, de 476 a 484. Es decir, si estamos comparativamente mejor es porque los otros han empeorado. Triste consuelo, pues, alegrarse por ello. No creo que sean resultados "muy satisfactorios", como dijo ayer el ministro Íñigo Méndez de Vigo.

Otra conclusión desmonta una falacia, esta vez propugnada desde los partidos de izquierda: no hay relación proporcional entre el gasto educativo y los resultados académicos. Así, entre 2000 y 2009 -lo decíamos la semana pasada- los presupuestos para la enseñanza, las becas, las ayudas para libros crecieron entre el 70% y el 100% y eso no se notó en PISA. En cambio, entre 2012 y 2015, los recortes ha afectado considerablemente a la educación... y permanecemos en los mismos parámetros de siempre. Por supuesto que el Estado debe proporcionar los recursos adecuados para atender al sistema, pero llegado a un nivel, el problema ya no es incrementar más o menos el presupuesto, sino asegurar la eficiencia en la utilización de esos recursos.

La tercera conclusión es el tremendo agujero que se abre entre comunidades autónomas. Las autoridades deben averiguar las causas, que serán muchas y variopintas. Tendrá que ver con la descentralización de competencias educativas que hace que, en la práctica, el nivel de exigencia sea distinto en territorios diferentes. Habrá que analizar el nivel de desarrollo económico y social de cada región: su actividad, los sectores que impulsan su crecimiento, el nivel educativo de las anteriores generaciones... También, y muy importante, tendremos que saber por qué, por regla general, las regiones con peores calificaciones en PISA coindicen con las que el paro es más alto.

Ésta es la última conclusión que me parece relevante. El gran fracaso de la enseñanza en España no es que estemos más o menos abajo en las clasificaciones internacionales. El gran fracaso es que, hoy, la tasa de paro de los menores de 20 años es del 54% y la de los españoles entre 20 y 24 años es del 39%. Es decir, existe una grave brecha entre el sistema educativo español y el modelo productivo que es imprescindible reparar. Porque cuando las expectativas para encontrar un empleo al finalizar la etapa escolar son tan escasas, es lógico que cunda el desánimo entre los estudiantes y aumente el abandono de las aulas. Si la escuela no te prepara para el mundo laboral, ¿para qué sirve estudiar?

Mucho que hablar sobre PISA ahora que los partidos se sientan para hablar del pacto educativo. Si es que llegan a sentarse, claro.

@vicentelozano
(Publicado en El Mundo el 8 de diciembre de 2016)