sábado, 16 de junio de 2018

Informarse por el móvil. O desinformarse

Macron va a prohibir el móvil en la escuela. Bien. Intentamos en su momento que nuestras hijas no lo llevaran al colegio y no pudimos. "Es que los profes nos dejan sacar el móvil para buscar en internet y la de matemáticas para que usemos la calculadora". Es verdad que fuera de esos momentos no tienen autorizado su uso en la escuela -especialmente en el recreo- bajo pena de que sea requisado. De hecho, la prohibición que ha instaurado el Gobierno francés está recogida en la legislación de la Comunidad de Madrid desde hace una década. Pero es significativo que en Francia se haya generado polémica sobre la efectividad de la medida. Porque el uso del móvil para todo -incluso para estudiar como vemos- es ya consustancial en nuestras vidas. También para informarnos.
El Instituto Reuters de la Universidad de Oxford publica cada año un informe sobre tendencias en el mundo de la información. Uno de los parámetros que analiza es el cambio en la forma de recibir información de los ciudadanos. Quizá, el más significativo de ellos es el crecimiento exponencial del uso del teléfono móvil para leer noticias. En España, por ejemplo, el número de personas que utiliza el celular para informarse en internet ha pasado del 30% al 55% entre 2013 y 2017 y ya está parejo a quienes lo hace desde el ordenador personal.
Hay otro dato importante que recoge el estudio que puede explicar también el cambio que se produce en la formación de la opinión pública en la sociedad: el auge de la recepción de noticias a través de las redes sociales. Así, en nuestro caso, el año pasado, el 47% de quienes se informaban por internet tenían como fuente principal Facebook, el 32% lo hacían a través de WhatsApp y el 25% mediante Youtube. Dos motivos para el análisis. Primero: en el móvil es mucho más complicado profundizar en la lectura que en el papel e incluso en el ordenador. Segundo: informarse a través de las redes sociales supone estar expuesto a los medios online profesionales, sí, pero también a todo el río de información que transcurre por ellas, desinformación interesada incluida. En el móvil hay mucho ruido y es más fácil desorientarse.

sábado, 2 de junio de 2018

Italia 2018, como Grecia 2009

Hace diez meses, Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI, y otros investigadores del Peterson Institute for International Economics se preguntaban en un informe si un incremento de los tipos de interés por parte del BCE podría desencadenar una crisis de deuda en Italia. La respuesta fue que «no», siempre que se cumplieran dos condiciones. La primera, que esa subida de tipos viniera como consecuencia del crecimiento económico de la Eurozona y de Italia. La segunda, que el Gobierno italiano estuviera dispuesto a cooperar con las autoridades europeas -la UE y el BCE- para controlar la supuesta pérdida de confianza del mercado.

Pues, bien, como reconoce el propio Blanchard en otro informe publicado esta semana, «no se han dado ninguna de las dos condiciones». Aunque los tipos todavía no han empezado a subir, se da por hecho que lo harán en los próximos meses e Italia no se encuentra preparada para ello. Y la formación de un Gobierno eurófobo y populista de la Liga y del Movimiento 5 Estrellas deja claro que se será muy difícil cumplir la segunda.

El tema es tan grave que ha ocasionado tomas de posición inauditas tanto dentro como fuera de Italia. La primera fue la decisión del presidente de la República, Sergio Mattarella, de no aceptar al ministro de Economía propuesto por el presidente del Gobierno legítimo y la posterior designación de un tecnócrata para que tratara de hacerlo. La segunda, de menor calado pero también significativa de cómo están los nervios en Bruselas y en Fráncfort, fue la extemporánea reacción del pasado martes del comisario de Planificación Financiera y Presupuestos, el alemán Günther Oettinger, cuando quiso hacer ver a los italianos «que no deben dar a los populistas de derecha o de izquierda ninguna responsabilidad de Gobierno», a la vista de la reacción de los mercados. Lo dijo el día en que la prima de riesgo del país subía hasta 290 puntos, nivel que no se veía desde 2013; la Bolsa caía un 2,65% y la rentabilidad de los bonos italianos -que se mueve de forma inversa al precio- se disparaba hasta cotas no vistas casi desde la etapa de las turbulencias tras la crisis griega. Ese día, el interés exigido al bono a dos años, por ejemplo, sufrió su mayor subida diaria en más de 25 años. Recuerda a los inicios de la crisis griega en 2009.

Italia ha dado el primer gran susto a la Unión Europea desde el rescate de Grecia. Y lo ha hecho por una razón similar: la falta de control de las cuentas públicas y el anquilosamiento económico. Pero Italia son palabras mayores. Es la tercera economía del euro, con una deuda pública que se ha descontrolado desde el 99% del PIB en 2007 al 132% en 2017 y sin gobiernos capaces de embridar los desequilibrios.

Afortunadamente para los italianos, su país está dentro del euro, porque, como dice Blanchard, un Italexit -se llegó a hablar de ello en las negociaciones para formar el Gobierno nonnato- sería muy malo para la UE y nefasto para Italia. Pero lo que ocurre en ese país va más allá de un determinado Gobierno. Lo ha descrito Miguel Otero, analista del Real Instituto Elcano, con crudeza: «El problema está en la falta de meritocracia, la excesiva burocracia y corrupción, la baja productividad, el abandono escolar, la mala formación profesional, la poca inversión en I+D, la evasión fiscal, la competencia de China y los otros emergentes en un mundo cada vez más global... ¿les suena?». A pesar de todo. esperemos que el nuevo Ejecutivo luche contra todo esto.
(Publicado en El Mundo el 1 de junio de 2018)