jueves, 25 de marzo de 2010

¿Vivirán nuestros hijos peor que nosotros?


En Estados Unidos ya se ha planteado esta cuestión y sube el número de partidarios de contestar que sí a esta pregunta. Es más, muchos consideran que los jóvenes de hoy van a vivir peor que sus padres, por primera vez en la historia.

La generación que ahora tiene entre cuarenta y sesenta años comenzó a trabajar alrededor de los años setenta, digamos que con la gran crisis del petróleo; ha pasado algunos momentos malos -segunda crisis del petróleo al final de aquella década, las turbulencias de los mercados financieros de mediados de los ochenta, el pinchazo punto.com a finales de los noventa,...- y muchos años de bonanza.

Vaivenes, subidas y bajadas del crecimiento económico que, en la práctica desembocaron en una de las etapas económicas más boyantes de la historia: el final del siglo XX y el comienzo del XXI. En los países desarrollados de Occidente -desafortunadamente siempre hay que hacer esta acotación- los últimos quince o veinte años -que forman el núcleo de la actividad profesional de la generación actual- ha venido marcado por una etapa de franca prosperidad. He aquí algunos ejemplos:

-Se han creado más puestos de trabajo que nunca en la historia, para los autóctonos de cada país y para los millones de inmigrantes que se han movido de una zona del mundo a otra.
-Se han construido y vendido -por lo tanto, comprado- más viviendas que nunca.
-El acceso a la educación superior se ha generalizado.
-Se consolidó un Estado de Bienestar capaz de asegurar la sanidad y la jubilación a millones de ciudadanos.
-Se ha podido destinar dinero para construir infraestructuras caras, pero necesarias -autopistas, trenes de alta velocidad, redes de telecomunicaciones,...-.

¿Y de aquí en adelante? Para concretar, se me ocurren algunas preguntas. Pensemos en los próximos veinte o treinta años:

-¿Van a tener nuestros hijos más fácil o más difícil el acceso al mercado laboral que nosotros? ¿Con más o menos estabilidad?
-¿Terminarán su etapa de enseñanza mejor o peor preparados que nosotros?
-¿Podrán comprar una vivienda?
-¿Encontrarán oportunidades en otros países?
-¿Tendrán asegurada una pensión pública de jubilación digna tras la etapa profesional?

Soy optimista por naturaleza. Contestar que no a estas cuestiones no tiene por qué ser sinónimo de pérdida de nivel de renta, porque aparecerán nuevos instrumentos y servicios que harán la vida más agradable desde el punto de vista material. Pero seguro que será muy distinta a la que estamos viviendo muchos ahora.

Europa pierde peso económico en el mundo


Herman Van Rompuy y Catherine Ashton presidente
de la Unión Europea y Alta Representante Exterior, respectivamente
el día de su nombramiento. ¿símbolos de la decadencia europea?


Díganme si piensan lo mismo que yo. Esto es lo que ven de Europa ahora mismo nuestros competidores en el mundo (Estados Unidos, China, India, Brasil...):

-Grecia ha provocado un cataclismo económico en la Unión Europea. Es un país pequeño, pero la situación de sus finanzas públicas ha abierto el debate sobre la supervivencia del euro. Es casi imposible, además, lograr un acuerdo común para sacarla del pozo.

-El caso griego se ha trasladado a otros países que también pasan por dificultades, especialmente Portugal y España. Este último caso es más alarmante por el peso que tiene en la economía de la eurozona.

-Alemania va por libre para salir de la recesión y es acusada por Francia de aplicar políticas económicas que no son realizables en otros países de la zona, por lo que agranda la brecha entre las economías.

-No existe una política fiscal común. Ante la crisis, unos países abogan por la bajada de impuestos para generar actividad y elevar ingresos. Otros, por el contrario, decretan subidas fiscales para recaudar cuanto antes y reducir los elevados déficits.

-Se habla también de problemas graves en el Reino Unido por el elevado importe de su deuda pública y privada. No conviene olvidar que el Reino Unido también es Europa, aunque desde allí haya campañas periódicas para desprestigiar el euro.

-A la postre, los criterios de Maastricht, sobre los que se basó la integración monetaria, han saltado por los aires y no hay resortes para obligar a los países a que vuelvan a esos compromisos.

-La Comisión Europea se esfuerza en vano por intentar reconvertir la situación y que los países vuelvan a lo que se considera lo ortodoxo. Tiene más bien escaso éxito. Y una Comisión, de 27 responsables, cada uno de un país con intereses particulares, es ingobernable.

-Los recién elegidos 'presidente de Europa' y 'ministra de Asuntos Exteriores' brillan por su ausencia institucional y efectiva. No aportan como interlocutores internos ni ante terceros.

Está claro que la magnitud de la crisis ha roto unas costuras que no estaban preparadas para estas tensiones. Pero Europa corre el riesgo de salir de esta crisis con una importante pérdida de peso relativo en el mundo. No es una noticia de estos días, pero la decisión del presidente de los Estados Unidos Barack Obama de no acudir a la cumbre UE-EEUU de esta primavera es un síntoma de es posible que Europa empiece a no ser lo que era.

El centro de gravedad del mundo económico está girando hacia el Este. China, India, Corea,... Es cuestión de potencial de crecimiento y también de expectativas sociales, laborales, sociales y otras. Es un hecho, al margen de que algunas convenciones sobre el modo de vida oriental choquen con los criterios de la sociedad occidental todavía imperantes en el mundo.

'Avatar', el indio Gerónimo y lo políticamente correcto


En los días previos a la entrega de los Oscar, la película de James Cameron Avatar ha sido objeto de comentarios por parte de algunos ilustres economistas sobre su pretendido antiliberalismo. El profesor Carlos Rodríguez Braun escribe sobre el tema hoy en Expansión.

Los críticos con el hilo argumental de la película dicen que es un ataque al capitalismo porque se presenta a la empresa privada como el malo que quiere cargarse el paraíso en el que viven los Na'vi -una perfecta sociedad colectivista- y no repara en medios para hacerlo.

Pero si cambiamos Na'vi por apaches, empresa minera por compañía del ferrocarril y el ejército que toma Pandora por el Séptimo de Caballería, Avatar se parece mucho a cualquier película que narre la conquista del Oeste. Sólo, que en aquéllas, el ferrocarril representaba la civilización, el Séptimo de caballería eran la ley y el orden y los apaches, los salvajes antiprogreso que había que eliminar.

Entonces, lo políticamente correcto era ponerse del lado del invasor. Había que hacer patría, pues no hay que olvidar que los acontecimientos que narran esas películas se produjeron apenas sesenta o setenta años antes de la realización de las mismas y Estados Unidos necesitaba seguir 'haciéndose' como país.

Se quiera o no, ese era el pensamiento dominante en la industria cinematográfica en aquella época. De la misma forma que ahora es el contrario. Ayer nos hacían ver al indio Gerónimo como un terrorista que atacaba el orden establecido y al general Custer como el salvador de la sociedad y del desarrollo. 'Avatar' -como tantas otras películas- da la vuelta a los roles: el coronel Quartich es un invasor despiadado que sigue órdenes de una empresa destructora de la vida y Neyri -la na'vi protagonista- es un remedo del 'buen salvaje' que provoca sentimientos de ternura y compasión al espectador.

La pregunta es: ¿esos cambios en la forma de pensar y los nuevos estereotipos emergen, por así decirlo, desde la sociedad hacia los representantes culturales o hacen el recorrido inverso, emanan de los líderes de opinión y descienden hacia la calle?

PD. He visto 'Avatar' y me ha gustado. Es un cuento narrado con una técnica casi perfecta.

Aguirre entra al trapo de los antitaurinos

Esperanza Aguirre descubre una estatua de
Luis Miguel Dominguín en Las Ventas, en mayo de 2008

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha aceptado el reto que han lanzado los antitaurinos que debaten en el Parlamento catalán el futuro de la denominada fiesta nacional en esa comunidad autónoma. Eso es malo porque si los partidarios de los toros aceptan el debate en términos políticos, es muy posible que antes o después lo pierdan.

Siempre ha habido detractores de los toros en España. Pero eran grupos de naturalistas residuales -no es peyorativo, sino cuestión de números- que se manifestaban en pocas ocasiones y que no contaban para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Estos, les gustara o no el toreo, convivían con él sin ningún tipo de problemas. Los toros apenas entraban en el debate social. Hay toros, incluso se televisan y al que no le guste no va a la plaza o no ve la televisión. Sin más problemas.

Precisamente el gran acierto estratégico de los partidarios de eliminar la fiesta en Cataluña ha sido colocar el debate en el ámbito político. Han llevado al Parlament una iniciativa popular y serán los diputados los que decidan su futuro. Es perfectamente democrático, pero hacer de una costumbre tradicional y comúnmente aceptada en nuestro país una cuestión de aritmética parlamentaria es rebajar considerablemente su significado.

Por eso Aguirre no ha jugado bien sus cartas. Ya no es que la decisión de declarar bien de interés cultural la fiesta de los toros sea oportunista, es que los antitaurinos han conseguido que Aguirre acepte el debate político. La han llevado a su terreno de forma que, también en Madrid, el futuro de los toros va a depender de los políticos. Por ahora no corre peligro, pero que ocurrirá ¿con otra mayoría?

La fiesta de los toros apenas se discutía antes. Hoy está en cualquier debate. Es el primer triunfo de los que quieren que desaparezca.