sábado, 21 de marzo de 2020

La guerra que no hemos vivido

Hablaba estos días con Iñaki Gil, corresponsal de ese periódico en París, y me decía que el coronavirus es la guerra que estas generaciones
-desde los baby boomers- no hemos vivido. Tiene razón. Es una crisis sanitaria de una magnitud planetaria que va a tener fatales consecuencias políticas, sociales y económicas. Como una guerra. La pregunta es si Europa está preparada para afrontarla. Y, lamentablemente, la respuesta no es positiva. Vimos un ejemplo el pasado jueves 12, cuando la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, afirmó que el BCE no estaba para to close spreads, es decir, para reducir las primas de riesgo que hay entre países. Esto, referido, como se refirió, al miembro de la Eurozona que peor lo estaba pasando por la crisis sanitaria provocó que se disparara la prima de Italia y el desplome de las bolsas.

Lagarde reconoció su error posteriormente, pero ya era tarde. Los inversores esperaban apoyo desde la autoridad monetaria y no lo encontraron. Hasta que el BCE rectificó en toda regla y puso el helicóptero a volar con ese plan de emergencia pandémica de 750.000 millones de euros. Un plan que trata de hacer creíble -hagan lo que hagan, el BCE estará detrás- para paliar las consecuencias económicas de la crisis sanitaria.

Unas consecuencias que pueden ser calamitosas. Pedro Sánchez afirmó el miércoles en el Congreso que económicamente, este año va a tener nueve o diez meses. En otras palabras, eso quiere decir que el PIB se va a reducir entre una cuarta y una quinta parte. Es decir, España entrará en recesión. Como la Unión Europea.

Martin Wolf, jefe de análisis económico de Financial Times, describía el miércoles un panorama económico desolador, aunque especificaba que de duración limitada: «Es probable que muchos hogares y empresas se queden pronto sin dinero. Incluso en los países ricos, una gran parte de la población prácticamente no tiene ahorros líquidos. El sector privado -sobre todo el sector corporativo no financiero- también se ha endeudado en exceso. Por todo ello, la demanda de los consumidores se debilitará aún más. Quebrarán empresas. La gente se negará a vender a compañías que pueden quebrar, a menos que paguen por adelantado. Volverán las dudas sobre la salud del sistema financiero. Existe un riesgo de que se produzca un colapso de la demanda y de la actividad que va mucho más allá del impacto directo de la emergencia sanitaria».

Para evitar esto hace falta una economía de guerra. Y en la guerra hay que comportarse como en la guerra: con un mando único, un objetivo claro y sin escatimar medios para vencer. En Europa hemos visto que cada Gobierno está haciendo la guerra por su cuenta -a la fuerza ahorcan- con planes de estímulos milmillonarios para insuflar liquidez en la economía y evitar el colapso del que habla Wolf. Todos, cada uno con su magnitud en función de la economía de cada país, están bien enfocados, pero hace falta más por parte de la Unión Europea.

Lagarde ha enmendado su error con ese plan de 750.000 millones. Al final, respaldó así a Italia y al resto de países. Hace falta ese apoyo, sin preocuparse en estos momentos de lo que puede pasar después, porque si no se pone remedio ahora con medidas concretas, ese después puede asemejarse al escenario que hay tras de una guerra. La guerra que no hemos vivido los de ahora.

(Publicado en El Mundo el 20 de marzo de 2020)

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