miércoles, 18 de marzo de 2020

Lo mejor de nosotros mismos

Todos, en todo el mundo, estamos anonadados. Vemos cómo un virus que aparece un día en una ciudad china es capaz de paralizar, literalmente, medio planeta. El mundo desarrollado, donde más se ha cebado la pandemia, vive escenas casi apocalípticas, similares a las narradas por Michael Crichton en La amenaza de Andrómeda (1969), que Robert Wise convirtió en imágenes en 1971: casi todo desierto y personal con trajes de seguridad patrullando por las calles de un pueblo -en la novela- de ciudades con millones de personas -en la realidad-.
Y nos cuesta entender. Esta sociedad tecnológica, la del iPhone, la del coche autónomo, la del 5G, la de los algoritmos, la del viaje a Marte puede verse paralizada. No todo está al alcance del hombre. No somos autosuficientes. No somos todopoderosos, aunque en algún momento nos hubiera parecido que sí. Como escribía Pedro Cuartango, lo que nos está ocurriendo es "una lección de humildad" que pone en evidencia la fragilidad de la condición humana. Pero en esa fragilidad -y a pesar de ella- hay hombres y mujeres que afloran lo mejor de sí mismos y dan lecciones de vida. Con ello hay que quedarse.
Con el personal sanitario que trabaja todo lo que haya que trabajar sin reparar en el cansancio. Con quienes tienen la misión de preservar el orden público en el estado de alarma. Con los ciudadanos que dedican horas y horas en todos los oficios en condiciones precarias para que no falte nada a los demás. Con quienes que se han ofrecido a ayudar a los que tienen necesidad de algo, desde hacerles la compra, dar clases por internet hasta distribuir medicinas a quien no puede valerse. Con los pequeños empresarios y autónomos que hacen todo lo posible por preservar los puestos de trabajo en estas circunstancias. Con los grandes empresarios que ponen al servicio de la sociedad sus productos o sus servicios sin ánimo de lucro.
Con todos los que han respondido al aviso de que hacía falta sangre en los hospitales. Con los que siguen al pie de la letra las indicaciones oficiales para no propagar el virus ni colapsar los hospitales. Con los enfermos y sus familias, que son conscientes de las circunstancias extraordinarias en las que se encuentran y no exigen lo que el sentido común no puede exigir. Con las familias de las víctimas. Con quienes se esfuerzan por tener bien informada a la sociedad. Con los políticos -también-, que tienen que liderar y dar la cara ante la sociedad por una situación muy difícil y sin precedentes. Con...
(Publicado en El Mundo el 17 de marzo de 2020)

No hay comentarios:

Publicar un comentario