viernes, 8 de enero de 2010

Ahora toca defender a Zapatero. ¿alquien lo entiende?

The Economist ilustra con esta viñeta su reportaje la presidencia europea de España en el que critica al presidente del Gobierno.

La creciente oleada de críticas de los últimos días contra el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, por parte de la prensa extranjera ha exacerbado los ánimos de algunos comentaristas españoles, incluidos algunos de los más conspicuos detractores del presidente.

Hay quien, incurriendo en el error que muchas veces ellos mismos critican, confuden el individuo con el colectivo y creen que si The Economist o Financial Times afean algo a Zapatero están machacando a todos los españoles.

Al presidente se le puede dar desde la izquierda o la derecha, por arriba o por abajo, pero siempre que los golpes no lleguen desde el norte de los Pirineos: sólo los españoles tenemos derecho a criticar al presidente de nuestro Gobierno.

Es cierto que los editoriales y reportajes de estos días pueden escocer, pero es lo que tiene la exposición pública de algo cuando ese algo no es del todo presentable.

La presidencia de turno de la Unión Europea ha llevado a Zapatero a un primer plano más allá de nuestras fronteras. Las propuestas que lleve a cabo y las decisiones que adopte en estos meses van a afectar a ciudadanos y a empresas de toda la Unión. Por eso los europeos tienen derecho a criticar al presidente del Gobierno español. Por eso no entiendo las reacciones carpetovetónicas -nacionalismo españolista trasnochado- que parecen fluir desde algunos sectores sociales.

Desde los mismos, por cierto, que no tuvieron reparos en comparar al estadounidense George W. Bush con el demonio más demoniaco, al italiano Silvio Berlusconi con su connacional Giacomo Casanova o al cubano Fidel Castro con las momias egipcias.

La imagen de Zapatero refleja lo cosechado por sus méritos. Antes, en España; ahora, y con menos benevolencia quizá, también en Europa. Aceptémoslo. Somos europeos para lo bueno y para lo malo y en este caso, el problema no son los otros, sino él.

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