martes, 22 de septiembre de 2009

Tiro al empresario

El demagógico énfasis social que pone un Gobierno a la defensiva en lo económico ha encontrado una diana fácil: el empresariado. Lo escenificó el presidente del Gobierno en julio, cuando CEOE se levantó de la mesa negociadora del diálogo social, y ese discurso se ha endurecido a la vuelta de verano.
El sábado pasado, Zapatero se refería ante la plana mayor del PSOE a los "empresarios de cartón piedra" y abogaba por emprender "una reforma empresarial antes que una reforma laboral", en un discurso tan rancio como el de las centrales sindicales de los inicios del posfranquismo.

Así, se intenta hacer creer que los empresarios avariciosos -y recuérdese que la mayor parte del empleo en España lo generan las pymes y los autónomos- son los causantes de la crisis y que el aumento del paro se debe a la falta de escrúpulos de "los poderosos" a la hora de poner a la gente de patitas en la calle.

Es una vuelta al trasnochado enfrentamiento trabajo-capital que creíamos enterrado hace mucho tiempo. Cierto que puede haber violaciones de la legislación laboral vigente o búsqueda de resquicios con los que sacar un aprovechamiento ilícito, pero en la inmensa mayoría de los casos empresarios y empleados reman en la misma dirección: la generación de riqueza para el país. ¿O nadie se acuerda que los millones de puestos de trabajo que empresarios y autónomos, repito, generaron en la 'quincena prodigiosa' de la economía española. Cierto que muchos de ellos fueron temporales, pero entonces apenas se oyeron voces sindicales criticandolos.

Ha costado mucho esfuerzo entender esto. Y hay que reconocer la labor fundamental de los diarios y revistas económicas en las últimas décadas por dar a conocer y propagar la figura del empresario como creador de riqueza. Por eso es triste que la demagogia política intente enfrentar al empresariado con el resto de la sociedad. ¿Qué ahora hay abusos? Claro, por las dos partes, y es reponsabilidad de la Administración -central, autonómica o local- tratar de evitarlos. El empresario, que también es un trabajador no lo olvidemos, no es ni mejor ni peor que el empleado y 'demonizarlo' es contraproducente porque para que un país crezca económicamente hace falta que alguien se arriesgue para construir.

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