martes, 3 de mayo de 2022

Concedamos a Elon Musk el beneficio de la duda en Twitter


Elon Musk, uno de los emprendedores más carismáticos del mundo, ha comprado Twitter. Ni que decir tiene que no lo ha hecho para ganar dinero porque hay cien formas de invertir 44.000 millones de dólares más rentables que hacerse con una red social que navega entre las pérdidas y los escasos beneficios cada año.

Musk tiene sueños y los cumple. Casi nadie daba un euro por Tesla cuando nació y la ha convertido en la empresa automovilística con más valor en Bolsa. Casi nadie pensaba que SpaceX superara los primeros años de vida y ya ha logrado llevar astronautas a la Estación Espacial y también ha conseguido el hito de la reutilización de los cohetes que transportan las naves espaciales, consiguiendo que aterricen tras el vuelo. Y lleva diez años con su proyecto de transporte terrestre Hyperloop, un tren de levitación magnética que podría alcanzar los 1.000 kilómetros por hora -Madrid-Barcelona en 45 minutos- mucho más barato que el AVE.

También es fundador de Neuralink, empresa que investiga interacciones entre el cerebro humano y la inteligencia artificial de forma que un sofware implantado ayude, por ejemplo, a mejorar la memoria o a facilitar la conexión del cerebro con programas informáticos. Y también fundó Starlink, una filial de SpaceX que tiene como objetivo inundar de pequeños satélites el cielo para distribuir internet allí donde haga falta. Gracias a Starlink, Ucrania ha podido desplegar el sistema de drones que tanto daño están haciendo al ejército ruso.

¿Por qué ha comprado este personaje una red social que no es la más grande ni la más rentable ni la más influyente? Desde luego, no es por dinero. Su patrimonio se calcula en 220.000 millones de euros y va a comprometer menos de 20.000 en Twitter. Tampoco parece que lo haga por ganar influencia porque no le hace falta: influye donde tiene que influir solo con su palabra. No es aventurado pensar que Musk compra Twitter porque de verdad considera que la libertad de expresión es clave para la democracia y quiere contribuir a ello desde esa red social que acaba de adquirir.

Twitter ha cambiado de dueño. Pero Musk no es más dueño de Twitter -aunque lo excluya de Bolsa- que Mark Zuckerberg de Facebook, Instagram o Snapchat, que tienen mucho más poder ante la opinión pública que Twitter, aunque ésta sea la red preferida de políticos y periodistas. Démosle tiempo Elon Musk, estemos atentos a sus decisiones y analicemos después.

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