jueves, 15 de abril de 2010

Veinte cajas en dos años, pero distintas


Rodrigo Rato, presidente de Caja Madrid, ha comentado que en España quedarán unas veinte cajas cuando pase la crisis, menos de la mitad de las 45 actuales. Se supone que la suya será una de las que sobrevivan.

La verdad es que esa reducción no va a ser traumática porque llevará a cabo mediante fusiones pactadas, muchas de las cuales están ya en marcha, y este proceso será positivo para el mercado crediticio español, que necesita una reducción de la capacidad instalada.

Pero la raíz del problema de las cajas de ahorros en España no está en su número, sino en su naturaleza jurídica. Mientras no sepa claramente quiénes son los dueños de las cajas, mientras no se separe a los políticos de los organismos de gestión, mientras no se proponga una nueva forma de captación de recursos propios, las cajas de ahorros se mantendrán bailando sobre un alambre cimbreante.

La solución de las cajas de ahorros pasa por su desaparición. Es decir, por su conversión en otro tipo de entidades acordes a estos tiempos financieros que corren y cada vez tengo más claro que la solución final será su paso a sociedades anónimas porque la experiencia muestra que cualquier 'mix' -modelo noruego, italiano- no tiene buen final.

La CECA, organización que agrupa a las cajas de ahorros, y los sindicatos ya se han manifestado a favor de un cambio jurídico, aunque todavía no han llegado tan lejos. Financial Times decía esta semana que la guerra del pasivo desatada por los grandes bancos españoles puede llevar a la ruina a muchas cajas porque no van a tener capacidad de competir. Esa es la primera razón por la que ahora se necesita el cambio.

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