viernes, 8 de octubre de 2010

La peligrosa guerra de las divisas


No es la de las galaxias, pero casi. Desde luego, es el tema estrella de la reunión del FMI: el director gerente del organismo, Dominique Strauss-Kahn acaba de alertar del riesgo que supone para la recuperación que los países utilicen sus monedas para intentar capear por su cuenta el temporal.

En los últimos días, varios países han utilizado de forma unilateral su política monetaria como herramienta contra el estancamiento económico, lo que ha provocado tensiones en los mercados. El Banco de Japón ha reducido sus tipos a cero y ha vendido yenes por primera vez en seis años para evitar una apreciación de la moneda y, por lo tanto, una pérdida de competitividad de sus productos; Brasil ha amenazado con intervenir para rebajar también el tipo de cambio del real. La Reserva Federal de Estados Unidos ha anticipado que podría aplicar nuevas medidas de expansión económica para estimular el crecimiento y el mero anuncio ha tumbado el dólar frente al yen y al euro. Hoy, por ejemplo, la moneda europea ha rozado los 1,40 dólares, máximos de ocho meses.

A todo esto se une la negativa de China a revaluar el yuan, que en gran medida es lo que está ocasionando este convulso movimiento de las divisas. En cierta forma, China se está comportando con su moneda de forma similar a como lo hace en las actividades industriales: compite haciendo dumping. Mientras que el empresario occidental tiene que regirse por unas reglas –laborales, fiscales, medioambientales,..- que le suponen costes añadidos al producir, el chino no tiene ninguno de ellos, por lo que le cuesta menos fabricar y, por lo tanto, puede colocar mucho más baratos en el mercado. Lo mismo ocurre con el yuan: lo mantiene artificialmente bajo para vender mejor sus productos en el extranjero.

Si, además, el Gobierno chino interviene en el mercado de divisas comprando dólares, euros y yenes, con lo que consigue subir la cotización de estas monedas, tenemos el cóctel perfecto. La semana pasada, por ejemplo, China anunció que empezaba a comprar bonos griegos y lo justificó como prueba de su confianza en la economía de ese país. La verdad era que con la compra de deuda griega lo que pretendía era fortalecer el euro.

Desde luego, en el FMI todas las miradas se han dirigido a China. Se le ha pedido que revalúe el yuan, pero el Gobierno se niega porque considera que una pérdida de competitividad –lo que supondría vender menos porque sus productos serían más caros- provocaría una revolución social en el país.

La guerra está declarada. El mundo necesita que se firme la paz y para ello hace falta consenso por parte de los principales actores internacionales. Es urgente porque unos trimestres más con los niveles de crecimiento actual pueden llevar a que cada país haga la guerra por su cuenta utilizando su moneda como arma. Y el FMI tiene razón: nadie sale de la crisis por libre y, además, corre el peligro de conducir a los demás al abismo.

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